Narrativa chuquisaqueña en
el 2018
Alex Salinas*
El año que termina nos ha dejado pocos pero gratos momentos de lectura.
Asistimos a la reedición de Huesos y Cenizas de Máximo Pacheco (1961).
Originalmente publicada el año 2004, aparece ahora bajo el título de Los dos
entierros de Eleuteria Aymas (Editorial Mama Huaco), lastimosamente también con
un glosario estigmatizador (a la manera del temprano siglo XX) para dar cuenta
de la otredad, del lenguaje áspero de sus páginas.
Asimismo, hemos leído los cuentos de Rosario Barahona Michel (1974) aparecidos
en sendas antologías: Mar Fantasma (Editorial Kipus), una selección de cuentos
de los más importantes narradores paraguayos y bolivianos de la actualidad; y
Carne de mi carne (Editorial Plural), que reúne un número de historias
inspiradas en la obra de Mary Shelley (1797-1851), la célebre creadora de
Frankenstein.
Posteriormente, como contribución propia a la narrativa chuquisaqueña de
este año, hemos presentado Beat (Editorial Traetormentas), una novela de
aprendizaje que, en clave de humor, recrea la aventura musical de unos
personajes adolescentes en la ciudad de Sucre de los años 60.
Poco después, llegó a nuestras manos Seres sin sombra, el libro de cuentos
de Eliana Soza (1979), potosina que vive y crea en nuestra ciudad. En sus
historias, Sosa desarrolla personajes truculentos, caricaturas tragicómicas del
amor, deformes en sus sentimientos, en su regresión a la histeria o la locura,
al id desenfrenado o a la pesadilla en la vigilia, ya sea como víctimas o
victimarios. En la obra de Soza, la única puerta de salida a una relación
tormentosa es casi siempre rápida, sorpresiva y sangrienta.
Finalmente, cerramos el año con el fino libro de cuentos de Fabricio
Callapa-Ramírez (1987), El fin de los días que conocimos (Editorial Pasanaku).
Son siete cuentos en donde Callampa-Ramírez despliega un gran dominio técnico
del género, experimentando, exitosamente, con distintas estructuras y una
variedad de narradores. Éstos, anodinos en su mayoría, liberan sus obsesiones o
sus fantasmas, ante el arribo de un evento o personaje que cambia el rumbo de
sus vidas, tal y como hasta entonces la conocen.
No es nada nuevo. La mayoría de las obras son publicadas contra viento y
marea, lejos del interés y los mercados de las editoriales importantes del
país, de sus circuitos de distribución. De ahí también su valor, la
constatación de la convicción de sus autores por hacer de la escritura una
forma de estar en el mundo, porque a pesar de todo, por medio de la letra y la
palabra, seguimos construyendo esta ciudad.
Fabricio Callapa
“Retrato de Ciudad con Calavera en la Mano” de Máximo Pacheco Balanza. Una
obra intermedia entre la terrible y brutal “Huesos y cenizas” (Los dos
entierros de Eleuteria Aymas) y el realismo mítico de “La noche como un ala”. A
través de brevísimos capítulos conoceremos la historia de un médico y su
paciente. Un hombre heredero de la decadencia y la abulia de Sucre, y una mujer
campesina que, por necesidades económicas, migra a la ciudad y sufre un
accidente. Estas vidas, junto a la historia de la ciudad de Sucre, se van
hilando hacia un final insospechado y maravilloso.
“Kristina y los Profetas” de Rafael García Rosquellas. Una obra que podría
considerarse como precursora de la ciencia ficción, no sólo en Sucre, sino en
toda Bolivia. Publicada póstumamente el año 2002 por Fundación Cultural La
Plata, pese a que su autor falleciera en los 70’s, nos cuenta la historia del
descubrimiento de una civilización de intraterrestres que intervinieron de
forma crucial y sutil en la historia de la humanidad. ¿Es posible hacer ciencia
ficción en Bolivia? La oleada de nuevos autores y obras lo afirman, pero en
aquellos años una obra como tal de seguro fue completamente impensada.
De las obras que aparecieron este año: “Beat” de Alex Salinas, una novela
cuya narración oscila entre la memoria de la adolescencia, la explosión musical
de grupos como The Beatles en Sucre y los finales de los 60’s y comienzos de
los 70’s, años que no fueron muy tratados en la narrativa local. Con bastante
mimo al lenguaje y una narración entera, sin capítulos, la cual creo que
desafía a los lectores a concluirla de un solo tirón. Y también “Seres sin
sombra” de Eliana Soza, un libro de cuentos que a partir de situaciones
cotidianas trama historias de terror y miedo con las que muchos podrían
sentirse identificados.
Oscar Díaz Arnau
Alex Salinas y Chellis Glendinning, con traducción de Pedro Albornoz
Camacho, presentaron este año sendas novelas cortas que me cautivaron por su
vigorosidad y también por su agudeza, sin que esto signifique pomposidad o
artificio literario.
Ambas están marcadas por una narrativa vital, con apreciables destellos de
calidad retórica que el buen lector sabrá agradecer por sus atildadas
descripciones e imágenes sutiles, igual de amenas como emotivas, en prosas que
se dejan leer de un solo tirón.
Salinas, el sucrense, juega con la música de su “Beat” y, de fondo, con la
temática de la identidad y la pertenencia.
Glendinning, la estadounidense afincada en Sucre, bajo la apariencia de una
trama policial, narra una historia al filo de la realidad, muy próxima a lo
esotérico.
Los dos, en el marco de propuestas serias que cualifican la novelística
chuquisaqueña, invitan a un viaje hacia las profundidades del ser.
“Hay instantes en la duermevela donde todo el tiempo confluye, los días que
han sido, los que están por venir”, escribe Salinas.
“Hay algo acerca de todo lo que existe o se supone que existe en el plano
material que no puede expresarse en palabras. Es como si el objeto en cuestión
irradiaba la textura de su historia como dedos atravesando la bruma de los
tiempos y, sin embargo, al mismo tiempo se proyectan hacia el futuro para
hacerse incluso más hermoso”, Glendinning.
Las suyas son dos novelas encantadoras y, pese a todo, nada pretenciosas.
Con el cable a tierra como hilo conductor: lo sucrense, en “Beat”
(Traetormentas), y lo boliviano, en “Objetos” (3600), convergen en la cultura
universal referenciada, y esto da cuenta de dos autores que han vivido.
Fuente: http://correodelsur.com/punoyletra/20181217_narrativa-chuquisaquena-en-el-2018.html
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