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Kori-Marka: una curiosa novela de ciencia ficción de los años treinta



Freddy Zarate*
La visión futurista de una sociedad utópica o distópica es un tema que ha perseguido insistentemente a filósofos, novelistas y ensayistas de todas las épocas y contextos. Se puede mencionar por ejemplo, la República de Platón; la Utopía de Tomás Moro; Una utopía moderna de H. G. Wells; Nosotros de Evgueni Zamiátin; Un mundo feliz de Aldous Huxley; 1984 de George Orwell, entre otros. Este género narrativo también fue cultivado en Bolivia, tal es el caso del escritor Julio Aquiles Munguía Escalante (1907-1983), quien después de ausentarse por varios años en Estados Unidos y Europa retornó a la ciudad de La Paz en de la década del treinta. A la postre, publicó la curiosa novela intitulada Kori-Marka, que lleva el sugestivo subtítulo La novela de Tiawanaku (Imprenta Artística, La Paz, 1936).

El relato tiene como protagonista principal a Chuqui-Wayna (joven de oro), quien sale de su comunidad denominada Kori-Marka (ciudad de oro) para dirigirse a la población de Tiwanaku, en donde logra conseguir un puesto de trabajo como ayudante de excavación. Terminada la faena arqueológica, Chuqui-Wayna ruega acompañar a la comitiva que debe retornar a la ciudad de Nueva York con todos los objetos hallados.

Tras varios años de residencia en Norteamérica, Chuqui-Wayna empezó a rememorar las palabras de su viejo amigo Wari (sabio de su comunidad) acerca de los fabulosos tesoros escondidos por los incas; estos recuerdos de infancia hacen que retroceda unos diez mil años, logrando visualizar la ciudad de Tiwanaku en todo su esplendor. Tras una apurada meditación decide retornar a Bolivia para emprender la búsqueda de la soñada fortuna. La expedición fue financiada por un comerciante estadounidense llamado Albert Pickwood; se empezó la expedición con un alto grado de incertidumbre que fue bautizada con el nombre The Kori-Marka Exploration Company. Después de una extensa búsqueda empezaron a llegar al campamento las primeras muestras de láminas y estatuillas de oro. Al ingresar en la profundidad de una grieta descubrieron el anhelado templo de oro en donde el metal precioso reverberaba entre el moho y el lodo. Los seis intensos meses de búsqueda dieron ganancias exorbitantes que ascendían a trescientos millones de dólares en oro, de los cuales correspondía a Chuqui-Wayna cien millones y una pequeña cantidad al Estado boliviano. Al retornar a Norteamérica, la prensa neoyorquina le otorgó los calificativos de “Rey del Oro” y “el último descendiente de los incas”. Este reconocimiento le significó que las academias, las instituciones científicas, los círculos intelectuales y las universidades le otorgaran plácidamente títulos honoríficos, “sin haber visto un solo libro ni por el forro, era doctor honoris causa”.

En este punto de la novela, el escritor Julio Aquiles Munguía hace un corte para dar un salto futurista: “Es el año de 1950. Han transcurrido quince años desde el encumbramiento de Chuqui-Wayna”. El autor avizora los cambios drásticos que sufriría la ciudad de Nueva York en corto tiempo: “Es una ciudad estupenda que la de tres lustros atrás (…). De todos los rincones del orbe llegan caravanas de peregrinos ávidos de conocer sus fantásticos adelantos (…). Es la ciudad maravillosa, la campeona ante la cual se inclina el mundo”. En ese tiempo se vislumbra un hacinamiento de altísimos cuerpos prismáticos moteados que llegan a la increíble altura de doscientos pisos sobre el nivel de la tierra y cuyas cúspides agudas se desvanecen entre las nubes; estas figuras darían una mirada fantasmagórica de la ciudad, en cuyos precipicios artificiales se esparciría la humanidad cual insignificantes hormigas.

A decir de Julio Aquiles Munguía, la arquitectura de esa época estaría encarnada en cada edificio que sobrepasaría toda fantasía: “Se eleva hacia el cielo en forma escalonada o piramidal, son verdaderas ciudadelas poliédricas donde viven miles de habitantes que no tienen la necesidad de salir sus límites porque disponen de todas las comodidades”. Estas ciudadelas tendrían plataformas de aterrizaje en donde se encuentran los aéreo-vehículos. Con respecto al tráfico aéreo, el autor señala que esta se encontraría reglamentada y controlada por torres en forma de conos invertidos que llevarían sirenas potentes con diferentes sonidos cuyo fin estaría enfocado en regular el tráfico aéreo con matemática exactitud. Esto se ve reflejado –escribe Munguía– en la vida cotidiana que se ha reducido al aire: “Hasta las calles y las avenidas son aéreas, que están conformadas por elevados puentes que cruzan las vías públicas y traspasan los edificios, formando una enmarañada red por donde transitan millones de peatones”. A pesar de esta locura por el dominio aéreo, las arterias de la superficie terrestre no desmerecerían la intensidad del nutrido tráfico que las caracteriza. Los vehículos más utilizados en esta esfera urbana serían los tranvías verticales y los automotrices subterráneos que atravesando túneles, puentes y calles aéreas llevarían cargamentos de masas humanas de un lado a otro de la descomunal ciudad con una velocidad asombrosa.

La modernidad futurista que vislumbra Munguía esta encarnada por los enormes rascacielos, pero sobresale la Universal Station, que es “un hermosísimo y gigantesco palacio ultramoderno de forma cilíndrica, en cuyos contornos más elevados se enroscan varias pistas superpuestas de aterrizaje donde descienden los aéro-vehículos que llegan de todos los rincones del planeta”. En las plantas bajas y los subterráneos de la Universal Station saldrían y llegarían centenares de trenes cada cinco minutos, estos serían arrastrados por velocísimas y bruñidas locomotoras que tendrían la forma de dirigibles y proyectiles que diariamente lograrían transportar millones de personas; esta explosión demográfica, en palabras de Munguía sería “un verdadero hormiguero humano”.

Otro aspecto llamativo que concibe Julio Aquiles Munguía se encuentra en la abolición de la Ley seca, esta disposición legal dio como resultado un creciente libertinaje en grado superlativo: “En los teatros, en los cabarets, en las danzas, en la indumentaria femenina, se redujo a túnicas multicolores de finísimas sedas transparentes, ceñidas sobre los cuerpos completamente desnudos, dejando percibir sus cuerpos atractivos”. Los hombres vestirían trajes bordados cuya ropa interior sería bastante corta y ajustada mostrando una fornida perfección de sus atléticos miembros. Este aspecto sería el principal incentivo visual para las mujeres de esa avanzada época.

La estética corporal del hombre moderno “está en alza, la belleza espiritual por los suelos”, dice Munguía. Los bailes estarían encarnados por la extravagancia y sensualidad: “Uno de los más inofensivos es el Dog’s Trot, en donde imitan el acoplamiento de los canes”. Curiosamente, en la actualidad este tipo de baile se hizo popular dentro de la juventud, que lleva el nombre del “perreo”, que llega hacer una imitación de los movimientos del coito en la postura del perro.

El escritor Julio Aquiles Munguía tras esta descripción de los avances tecnológicos, pone en escena a Mr. Andino Gold desembarcando en la Universal Station en una de las naves aéreas transcontinentales; este potentado y celebérrimo personaje no es otro que Chuqui-Wayna, cuyo nombre fue sajonizado desde que obtuvo la categoría de “Rey del Oro”. La ostentosa vida llena de riqueza y fama llegó a saturar el espíritu de Mr. Andino, la cual planificó una descabellada idea que consistía en construir una ciudad parecida a Kori-Marka. Para este cometido, contrató arquitectos y artistas que llevaron a cabo una de las más sonadas excentricidades en la ciudad de Nueva York. Al cabo de un año, concluyeron la monumental obra denominada la Golden City o la Ciudad de Oro, que es pintada por el autor como una gigantesca metrópoli caracterizada por su suntuosidad; cuya finalidad radicaría en promover la exhibición del placer en todas sus manifestaciones. Para lo cual, Mr. Andino ideó realizar la “Feria del Placer”, en donde se revelaría al mundo todo lo que el hombre y la mujer inventaron para deleitarse sexualmente. Enseguida, Mr. Andino convocó al primer Concurso Mundial de Belleza y esparció a los cuatro vientos la noticia de la inauguración de la Golden City y la “Feria Mundial del Placer”.

El autor narra algunos pormenores de la noche del inició de la Feria del Placer: “Se encendieron millares de reflectores y luces multicolores (…), se escuchaba un ruido ensordecedor que se confundía con el murmullo de los millones de espectadores diseminados alrededor de la Golden City”.

Una vez abiertos todos los pabellones o templos –llama la atención dice el autor– el Templo Venus que en la puerta de ingreso se encuentra custodiada por dos eunucos: “En su interior se exhibe una valiosísima colección de reproducciones en mármol blanco de todas las Venus. Se encuentran allí la afrodita de Milo, de Médici (…). Junto a cada estatua se hallan mujeres bellísimas y perfectas con sus níveos cuerpos desnudos (…). La estancia respira excitantes y deleitosos perfumes. Una música célica incita a adorar la belleza con un misticismo pagano”. El autor describe distintos templos, todos cargados de lujuria y placer, tanto así que “el visitante que ingrese sale atiborradísimo de sabiduría erótica”. También se encuentra el extravagante templo dedicado al culto de Satanás, “donde se llevan a cabo saturnales, aquelarres, misas negras, otras tantas ceremonias en honor a los demonios”. Los excesos de la carne descritos por Julio Aquiles Munguía, son calificados como la “demonélica ciudad donde se halla condensada toda la vida moderna, con su séquito de ciencias, artes y política, y todo cuanto significa avance, inteligencia y músculo”.

En el epilogo de la novela, Munguía nos muestra un desenlace apocalíptico a consecuencia de la apropiación del tesoro maldito de Kori-Marka: “La Golden City arde… Semeja un infierno dirigido por Astarté, Belial y Asmodeo”. La destrucción de la ciudad neoyorkina sería producto de unas bombas que hundirían los altísimos edificios como si se tratara de torres de papel. La gente que momentos antes se divertía en la “Feria del Placer” lanza gritos espantosos y corre aterrorizada.

El escritor Julio Aquiles Munguía con la novela Kori-Marka logró fusionar una fabulación entre una utopía y una distopía. Alcanzando en su narración una cohesión entre la reconstrucción histórica-mítica de Tiwanaku; llegando a concebir una visión futurista en donde el ser humano alcanzaría increíbles logros tecnológicos pero con un final espeluznante: Munguía, adelantándose a su época, llegó augurar los adelantos tecnológicos y la degradación moral de una futura sociedad de los años cincuenta, en este punto, le faltó al autor una mirada más amplia al siglo XX. Pero, no hay duda de que esta narración es peculiar en las letras bolivianas por la temática abordada. En la actualidad, el libro y el autor merecen una relectura o redescubrimiento –en tiempos en que la ciencia y tecnología avanzan a pasos agigantados– en donde muchos pasajes de la novela Kori-Marka no son nada exóticas para la actual generación del siglo XXI.
Literato
*Fuente: http://www.opinion.com.bo/opinion/suplemento.php?a=2019&md=0310&id=16109&s=3

Las posibilidades de la ficción



Por: Mauricio Murillo

Muchos autores nos han dicho que solo hay tres temas sobre los cuales se escribe siempre. El número, como los temas, varía, pero es un lugar común decir que ya todo está contado y que cada libro nunca es original. Entre las breves listas aparece casi siempre el tema de la guerra o de la violencia. Esa recurrencia del daño está escrita desde las epopeyas de Homero hasta la novela que quieran elegir que se haya publicado este 2015. La búsqueda de originalidad en la literatura por lo general cae en el territorio de lo artificial (en mal sentido) y de lo forzado. Si bien las vanguardias buscaron romper con lo que les antecedía, lo hicieron también desde un interés sobre todo en la obra que se producía. Las rupturas fuertes, por lo general son producto de un trabajo y de una concepción complejos.

Pese a esto, si revisamos la historia de la literatura podemos ver que un gran porcentaje, una mayoría absoluta, de los libros que marcaron una época, que no se han dejado de leer o que, en todo caso, han producido lecturas, críticas y diálogos, no son los que instauran una fractura. Debido a esto es que, por buscar escrituras nuevas o audaces, muchas veces el lector se extravía de lo que de verdad importa en un libro. Creo que lo mismo pasa con algunos autores, buscar ser distinto, diferenciarse de lo hecho, a veces lo lleva a construir experimentos enrevesados que no nos dicen nada o que, por otro lado, nos aburren.
En este mismo tenor, pasa algo parecido cuando lo que le interesa a un autor es mostrar un lugar específico de un planeta, marcar una localía forzada dentro de la escritura. Con riesgo de sonar redundante y repetitivo, pasa algo parecido con un lector que le reclama a un libro que represente el lugar de nacimiento del autor, los problemas políticos y la mirada autóctona (tal vez exagero con esta palabra). Así como la búsqueda siempre fracasada de originalidad, el anteponer un lugar del planeta antes que la narración le quita mucho a una obra. Esto no quiere decir que un libro no pueda estar en comunión directa o diálogo con territorios específicos, y que al hacerlo diga mucho de ese lugar. Hay muchas novelas o cuentos que no funcionarían sin relacionarlo con el referente urbano al que se apegan (se me ocurren dos ejemplos: “Ifigenia, el zorzal y la muerte”, cuento de Óscar Cerruto, y “La muerte y la brújula”, de Jorge Luis Borges). El acto contrario, el de alejarse deliberadamente de un espacio local y propio por una búsqueda de exotismo y diferencia, produciría un resultado semejante. Evitando sonar afectado (y tal vez sin poder lograrlo), los buenos libros que leemos están por encima de la posibilidad de descubrir lo nuevo y fundarlo, y de lo apegado o alejado que se encuentra la trama (ya que hablamos de textos narrativos) del lugar al que la escritora o el escritor pertenecen, o del que vienen o del que huyen.

Sospecho que esas dos actitudes se evitan de manera favorable en la novela El hombre, de Álvaro Pérez, y partiendo de eso, ya se puede decir que es que es un libro altamente recomendable. Basta una primera lectura para reconocer que la novela de Pérez no intenta mostrarse como una novedad ni se obliga a retratar (o a alejarse) de la coyuntura de su autor. Es un libro sincero, claro, y eso lo hace por demás destacable.
En este sentido, habría que adelantar de una que se inserta en el género de Ciencia Ficción (CF). Escribir dentro de un género no es lo mismo que hacerlo “libremente”. Escribir dentro de un género exige respetar ciertos tópicos, seguir ciertas corrientes, no romper una lógica instaurada hace décadas. Escribir dentro de un género trae consecuencias. Al determinar y delimitar un horizonte como el de la CF, también de alguna manera se establece un pacto con el lector. Para los que les gusta ver extremos y decisiones terminantes, esto no hace ni mejor ni peor un libro, no tendría que ser ni malo ni bueno. Pero al hacerlo, les repito lo de inscribirse en un género, el autor adopta un camino ya recorrido, o mejor, ya delimitado. En relación a la CF, El hombre es un gran exponente de este tipo de novelas en Bolivia, de las mejores que se han escrito.
La novela se terminó de imprimir en 2013 (eso leemos en la edición realizada por el Grupo Editorial Kipus), pero empezó a llegar a las librerías en 2014; tal vez es algo arbitrario de mi parte, pero me parece que ese es el año en el que habría que pensar su aparición (habría que destacar la publicación, también en 2014, de Iris, novela de CF de Edmundo Paz Soldán; un buen año para el género en nuestro país). La obra de Pérez, como buen exponente de CF, es política, pero no en la manera en que hemos venido entendiendo en nuestro país este término (asociado, por lo general, con ese burdo teatro de gente, por lo general, incompetente, que trata de detentar el poder y la plata), sino que es un libro que nos permite reflexionar sobre la violencia, sobre la guerra, sobre los delirios de poder y, del mismo modo, sobre la realidad (de una manera ontológica), sobre nuestra condición de seres humanos, sobre lo que tenemos seguro pero que no lo es.

Así es que una de las propuestas más interesantes de El hombre (que, por otro lado, es una discusión recurrente en la CF) es la presentación de las teorías de universos infinitos y, a la vez, de universos simulados. Eso nos enfrenta a las preguntas –como Pérez lo explicita en una entrevista publicada en el portal Amazing Stories (y realizada por Iván Prado Sejas)– de ¿qué tal si ahora vivimos en una realidad creada mediante ordenador? ¿Qué tal si fue así desde siempre? ¿Qué tal si mi idea de eternidad no representa más que un par de horas en un nivel superior? Acompañando estas reflexiones está la importancia de un mundo virtual (tal vez sería más adecuado utilizar el plural). El espacio de los video juegos es fundamental en la novela de Pérez. De este modo, podemos marcar también la complejidad y las posibilidades de la ficción en una época como la nuestra. Los video juegos son una de las instancias más interesantes y propositivas de los últimos años en cuanto narrativa y construcción de espacios ficcionales. Pérez parece saberlo, es por esto que las reflexiones sobre la realidad se hacen tanto más interesantes cuando las cotejamos con un mundo virtual tan presente como es el de los video juegos. Sin adelantarles mucho de la trama (ya que esto no es un resumen), es inevitable destacar que uno de los principales personajes del libro es un creador de video juegos, y que a partir de este producto se empieza a desarrollar una trama bélica y de espionaje que pone en crisis la vida del creador, pero también, y sobre todo, la vida de toda la humanidad.

Ya que he utilizado la palabra “teoría”, me parece que es necesario detenernos un momento en esto. La CF siempre ha funcionado a contrapelo de teorías comprobadas y que no lo fueron. Se basa en hipótesis, pero también ha revolucionado concepciones científicas y ha permitido avances. Mi conocimiento de la física cuántica, de la teoría de cuerdas y de lo universos infinitos (y su posibilidad) es más bien limitada, es por esto que no podría marcar los aciertos o errores de Pérez en su novela en relación a tales dominios científicos. Pienso, entonces, que justo eso es lo que nos atrae a los lectores comunes de la CF. Poder disfrutar de un mundo extraño y científico, con teorías complejas, poder leer sin parar algo que de verdad nos da curiosidad y nos confunde, pero dándonos pautas para no perdernos.

El año pasado (2014), también salió una película insertada en el género del que estamos hablando. Christopher Nolan, el de la trilogía de Batman, presentó Interestellar. Esta película es tal vez una de las más importantes del género en los últimos años. Recuerdo haber leído varias críticas que le reclamaban los desaciertos, errores o resbalones científicos. En ningún momento pensé, y sigo sin pensarlo, que esto era un desmedimiento. La ficción no demuestra nada. La ciencia es distinta que la literatura. La ficción permite partir de ella misma para demostrar, construir o negar, pero no es el fin, no es un manual y, por suerte, no es un producto perfecto. Justo nos habla del mundo y de nosotros, lo menos armonioso que hay. Dice Wikipedia que al principio Nolan estaba indeciso con la verdadera descripción de un agujero negro, ya que no sería visualmente comprensible para los espectadores. Ese es el trabajo del artista, poder instaurar una ficción que interpele al lector antes que se interpele a sí misma. Por eso Nolan es un gran director (las tres películas de Batman bastan y sobran para demostrarlo; por suerte hay otras), porque no busca demostrar nada ni serle fiel a raja tabla a lo que hay, sino porque crea algo que nos permite disfrutar y pensar.
He usado ya unas cuantas veces también otra palabra: disfrutar. Me parece que a veces olvidamos que leer es también disfrutar. Creo con convicción que la literatura es también, y con gran importancia, el disfrute que permite la lectura. Y no me refiero a una diversión burda o intrascendente, sino a un disfrute cargado de contradicciones, incomodidades y apelaciones que nos hacen ser parte de la experiencia de la literatura. El hombre también es una novela disfrutable, que nos devuelve el gusto por la lectura, una novela que aguanta varias relecturas y que nos deja mucho tiempo pensando en ella. De este libro se pueden sacar muchas lecturas.

Dos apuntes antes de terminar. El primero tiene que ver con el lenguaje que elabora Álvaro Pérez. Una de las cosas que me llamó la atención mientras avanzaba con la lectura es lo depurado de la escritura de Pérez. Hay un trabajo notable e importante sobre la escritura. Es fluida, bien confeccionada. Pérez sabe utilizar el lenguaje y se siente cómodo con él. En una época donde se publica mucho, es muy común encontrar libros de autores “nuevos” (lo digo entre comillas porque Álvaro Pérez ya había ganado el Franz Tamayo) que descuidan el lenguaje; cuesta leerlos, les falta mucha edición, nos distraen los errores. El otro apunte tiene que ver con que El hombre fue la novela ganador a de la séptima versión del Concurso Plurinacional de Novela Marcelo Quiroga Santa Cruz, un premio otorgado por el Gobierno Autónomo de Cochabamba. Es interesante pensar que en el país no solo uno es el premio que galardona novelas de autores bolivianos. Evitando caer en la esperanza hueca o en la mirada conciliadora, siempre es una buena noticia saber que no solo se lee desde un lugar y que no solo se puede publicar en un circuito definido. Para mí, El hombre es, hasta ahora, la novela más interesante de las que han ganado el Marcelo Quiroga Santa Cruz.

EDMUNDO PAZ SOLDÁN LANZA AL MUNDO SU NOVELA DE CIENCIA FICCIÓN "IRIS"

iris
Edmundo Paz Soldán lanza mundialmente su novela ‘Iris’ el 5 de febrero (En La Paz)

Por: Jorge Soruco

En una región en la que se experimentó con armas nucleares, se descubre una mina. Un imperio quiere reclamar el yacimiento pero se enfrenta a una revolución. Ese es el argumento de Iris, la novela que Edmundo Paz Soldán presentará el 5 de febrero.
El lanzamiento, que en La Paz se realizará en el Centro Cultural de España (Camacho 1448), será simultáneo en Bolivia, España y Estados Unidos. El 7 de febrero, el acto también se realizará en Cochabamba y, posteriormente, en otros países. Alfaguara es la editorial encargada de la publicación.
Este es el primer libro de ciencia ficción que el autor cochabambino escribió, aunque está inspirado en un suceso real acontecido durante la ocupación estadounidense de Afganistán.
“Leí en la revista Rolling Stone una nota sobre un grupo de soldados psicópatas que comenzaron a matar civiles afganos. Me impresionó mucho y me despertó el interés en escribir una historia sobre la violencia imperial de Estados Unidos”, señaló Paz Soldán.
Sin embargo, pese a que tenía planeada una serie sobre la violencia en la sociedad, iniciada con la novela Norte en 2011, el escritor reconoció que “estaba cansado de escribir sobre la vida real, sobre hechos verídicos”. Así que un amigo le recomendó que “ambientara el argumento en Marte”.
Al final, la trama de Iris no se desarrolla en Marte, sino en una región del planeta Tierra en la cual se realizaron experimentos con armas nucleares y donde la posibilidad de una gran riqueza desata un conflicto bélico. Pero, aunque los personajes y las situaciones son fantásticas, Paz Soldán tuvo que invertir mucho tiempo en investigaciones.
“Para que una obra de ciencia ficción sea buena debe ser, si se puede, más realista y detallista que otros géneros”, aseguró el autor que tuvo que averiguar los efectos de la radiación en la psicología y fisiología de los seres humanos, estructurar una sociedad que viven en un territorio envenenado, e incluso su religión. Esto le tomó casi cuatro años de trabajo y el resultado es un universo tan grande que el escritor piensa trabajar en él los próximos cinco años, aproximadamente.
“Estoy comenzando una novela con uno de los personajes de Iris, será una especie de precuela y tengo planificados otros relatos”, explicó Paz Soldán. El escritor participará en los siguientes días en la Feria Internacional de Viña del Mar, evento que abre sus puertas mañana.
Junto con Liliana Colanzi, Paz Soldán fue invitado por la Cámara Chilena del Libro para participar en presentaciones y en una mesa redonda en la que se hablará sobre la actual producción literaria de Bolivia y sus autores. El encuentro también contará con la presencia de escritores de Perú y Argentina.


Fuente: La Razón

SITIOS DE CIENCIA FICCION Y NARRATIVA FANTASTICA (en lengua española)



 AXXON , CIENCI FICCION; http://axxon.com.ar/
-          SITIO DE CIENCIA FICCION: http://www.ciencia-ficcion.com/bienvenida.html
-          PORTAL DE CIENCIA FICCION; http://www.portal-cifi.com/
-          REVISTA COLOMBIANA DE CIENCIA FICCION; http://cosmocapsula.com/bitacora/
-          CIENCIA FICCION Y FANTASIA EN BOLIVIA; http://cffbolivia.blogspot.com/
-          CIENCIA FICCION MEXICO; http://www.ciencia-ficcion.com.mx/
-          CUASAR; http://www.revistacuasar.com.ar/
-          LITERATURA FANTASTICA; http://literfan.cyberdark.net/
-          FANTASIA EPICA; http://www.espadaybrujeria.com/
-          STARDUST; http://www.stardustcf.com/index.asp
-          TÉRMINUS TRANTOS; http://www.ttrantor.org/IniEntrar.asp
-          QUINTA DIMENSION.COM; http://www.quintadimension.com/
-          CIGNUS, LA REVISTA DE CIENCIA FICCION; http://cygnus.avcff.org/

DESPUES DE LAS BOMBAS, de Gonzalo Lema



El escritor Gonzalo Lema decidió encaminarse por el sendero multidimensional de la ciencia ficción y la narrativa fantástica, mostrando que los escritores bolivianos reconocidos también sintonizan con la literatura fantástica. He aquí un articulo y entrevista publicado en Los Tiempos, sección Lecturas:

DESPUES DE LAS BOMBAS, de Gonzalo Lema

Por Clau­dia Gon­za­les Yak­sic, Lecturas, Los Tiempos, Cochabamba

El escritor tarijeño Gonzalo Lema Vargas presentará en el Club Social de la calle Bolívar, este miércoles 1 de agosto a las 19:00, su nuevo libro “Después de las bombas”, impreso por la editorial cruceña La Hoguera. En el acto, comentarán la obra el padre Gregorio Iriarte y Adolfo Cáceres Romero.
“Se trata de catorce cuentos cortos —dice La Hoguera— que intentan encender en la conciencia de cada uno de nosotros varias alertas como: el pasado es tan importante como el futuro; la ciencia es tan importante como el amor; las ideologías deben convivir con la poesía de Dios; la paz de la sociedad debe basarse en decisiones justas; o, el respeto a la Tierra debe ser un hecho cierto”.
Gonzalo Lema (1959) vive en Cochabamba desde sus dos años. Bachiller del Instituto Eduardo Laredo y aunque el contrabajo era su especialidad, hasta ahora no ha dejado de tocar la guitarra. Estudió Derecho en la Universidad Mayor de San Simón, durante 12 años fue miembro de la Corte Departamental Electoral, candidato a la Alcaldía de Cochabamba por el Movimiento Al Socialismo y concejal de ese partido desde 2005 hasta 2010.
Comenzó a publicar literatura en 1981 con su libro “Nos conocimos amando”, al año siguiente ganó el premio de novela Erick Guttentag con “Este lado del mundo”. En 1993 fue finalista del premio Casa de las Américas con “La huella es el olvido”. Después vinieron muchos libros, entre los que Lema Vargas destaca “El mar, el sol y Marisol” (2007), “Cuentos y novelas policiales” (2010) y “La Bolivia que se va. La Bolivia que viene” (2011), entrevistas a líderes políticos nacionales publicadas por Los Tiempos.

LA LITERATURA FANTASTICA BOLIVIANA EN EL III MILENIO




Fuente: Fondo Negro; La Prensa

El autor de la siguiente nota ofrece un repaso de este género, junto con el de ciencia ficción, y su efecto en estas primeras dos décadas del siglo.
En estos últimos años, se ha visto en Bolivia que no son pocos los que gustan de la ciencia ficción y la fantasía, y ya se puede afirmar que la literatura fantástica boliviana va ocupando un espacio importante en el quehacer de escritores y lectores, por lo tanto, va surgiendo a pesar de la descreencia de propios y extraños. En este milenio que se inicia, la producción de obras de literatura fantástica en nuestro país se muestra prolija de parte de escritores bolivianos o extranjeros que radican en el país. Rompiendo la lógica tradicional de los concursos literarios, el libro de cuento de fantasía El fuego y la fábula, de Guillermo Ruiz, ganó en el Premio Nacional de Literatura Santa Cruz de la Sierra 2009. Asimismo, la novela cyberpunk titulada Hyperrealidad: El Evangelio de las profundidades, de Ronald Rodríguez, resultó ganadora del mismo premio el año 2011. Finalmente, los libros de la saga Benjamín, de Sara Mansilla, han estado rompiendo records de venta en las distintas ferias nacionales de libros. Esto muestra la gran apertura que se está dando hacia otros géneros en la literatura nacional.

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