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Giovanna Rivero y su novela de “aura gótica”



Entrevista a Giovana Rivero
Por: Martín Zelaya, 
Fuente: Letra Siete, Página Siete

No aparece, en esta conversación con Giovanna Rivero, la clásica pregunta “¿de qué trata tu libro?”. ¿Entrevistar a una escritora por la aparición de su nueva novela y no profundizar en ella? Tampoco es así del todo. Sabemos, porque otras interrogantes llevan a ello, que 98segundos sin sombra es un retroceso a los años 80, y que está narrado en primera persona por una intensa y terrible adolescente. ¿No es acaso suficiente? Pues creemos que sí, aunque casi no se puede esperar la llegada a nuestras librerías de la edición de Caballo de Troya (España) o que alguna editorial local la reedite pronto para disipar más curiosidades y disfrutar de la lectura.
Mientras tanto, si algún dato más es necesario, los editores señalan en el texto de contratapa de la edición que hoy se lanza a la venta en España y Argentina: “Estamos en la cúspide de la década de los ochenta, Genoveva, la protagonista y narradora, tiene 16 años, estudia en un colegio de monjas y vive, como ella dice, en el “Culo del Mundo”, en un pueblo que se ha convertido violentamente en ciudad y donde la modernización ha llegado de la mano del narcotráfico”.

En la conversación con la autora cruceña afincada en EEUU, aprovechamos además para conversar sobre el panorama de las letras nacionales y los suplementos literarios, a propósito esto último de este viaje que LetraSiete inicia precisamente hoy.

- Sin saber casi nada de 98 segundos sin sombra, al leer la reseña de la editorial se viene a la cabeza Jonás y la ballena rosada,de Wolfango Montes
Me gusta el vínculo, pero creo que aunque ambas novelas instalan sus relatos en los años 80, en pleno auge de pichicata como esquema social siniestro, sus aproximaciones a esa problemática son muy distintas. En 98 segundos sin sombra el enfoque existencial de esa realidad que se yuxtapone y pervierte la vida un pueblo lo desarrolla una adolescente, Genoveva, el personaje central. Pero sí, es posible que esta novela dialogue con Jonás desde una distancia temporal, de percepción histórica y generacional, pero sobre todo desde distintos lugares emocionales.

- Me parece que siempre hay algo de un autor en cualquiera de sus textos, desde detalles mínimos hasta episodios autobiográficos. ¿Cuánto de Giovanna hay en la Genoveva que narra en primera persona?
Más que reconocer ciertas marcas autobiográficas, prefiero responder a esta pregunta desde la mirada y, quizás, la memoria. Si bien es cierto que esta novela es una respuesta que gesté durante largo tiempo a esos años hermosos pero llenos de desazón de mediados de los 80, cuando me tocó ser adolescente, y por consiguiente pude nutrir el relato con emociones, sucesos, dramas de entonces, lo que me interesaba conseguir en esta escritura era, más bien, un viaje inexcusable a esa década.
Recuperar, es eso, recuperar la electricidad, la música, el dolor, la ingenuidad, el enorme peligro, la muerte lenta de la izquierda de nuestros padres, el fanatismo religioso híbrido que se mezclaba con
otros fanatismos. Es decir, más allá de un cierto nivel autobiográfico, si lo hubiera y en el que además es imposible confiar, lo fundamental es que esa supuesta y engañosa referencialidad funcione sólo como un recurso para ver algo más grande y colectivo. Eso es lo que quería y creo que lo he conseguido. La primera persona es una decisión literaria y ontológica porque Genoveva, de alguna manera, está casi todo el tiempo cuestionando el mundo desde su íntima ética en formación.

- Desde tus primeros cuentos hasta tu más reciente novela se nota que buscas, si no experimentar, sí al menos innovar, explorar con el lenguaje. ¿Con qué novedades técnicas o estéticas nos encontraremos en esta novela… por ejemplo similitudes y diferencias en relación a Helena 2022?
Con Helena quise, en efecto, jugar a conectar, por medio de muchas prótesis tecnológicas y “científicas”, un momento que me parece fascinante del nacimiento de la modernidad, cuando se nos cae el ego al saber que no éramos el centro del universo, con otro momento de extravío, que se ubica justamente en las antípodas: saber que no somos el centro del universo ni de nada, ser muy jóvenes y tener que construir una subjetividad más o menos funcional con esa “fractura original”. En Helena trabajé más en un plano lúdico y es aún una historia incompleta o, mejor dicho, abierta, a la que le daré continuidad en algún momento. 98 segundos sin sombra está definitivamente en otra longitud de onda. Si bien en su universo también uno puede toparse con muchas alusiones a la ciencia ficción que cundió el imaginario popular en los años 80, porque era concomitante con un sentimiento de apocalipsis que entonces era más festivo que fatal, muy diferente a lo que nos pasa ahora, esta novela se mueve en un enclave histórico específico y los personajes están, de hecho, encerrados, asfixiados, por la terrible sensación de que el dichoso futuro puede tardar mucho en llegar. Creo que hay un aura gótica que cubre este relato, pero es eso, un aura.

- En relación a la Ganímedes (“una civilización salvadora”) con la que sueña la protagonista, te hago una pregunta en dos partes: ¿sigues en la línea de la ciencia ficción? y, tomando en cuenta “tú Helena”, Iris, de Edmundo Paz Soldán, y otros ejemplos ¿será que los escritores bolivianos se interesan cada vez más en explorar un eventual futuro distópico, lejos de tratar de desentrañar los problemas políticos y sociales pasados o actuales, como era casi obligatorio hasta hace tres o cuatro lustros?
Te respondo comenzando por la segunda parte: la ciencia ficción es algo que me apasiona mucho, la libertad que le permite al escritor es magnífica, pero al mismo tiempo un desafío porque uno puede administrar mal ese bono extra de libertad. No es fácil nadar en esas aguas. Por eso me parece súper positivo y prometedor que más escritores bolivianos estén trabajando con el género y que gente como Iván Prado Sejas, Miguel Esquirol y otros tengan la voluntad y determinación de pensar sus alcances en nuestro campo cultural. No creo que esas distopías estén lejos de los conflictos históricos, o faciliten una fuga, sino que corren paralelos a ellos e iluminan lo que muchos relatos históricos se han empeñado en ocultar. A veces el discurso o narración de la llamada “historia oficial” es de por sí una distopía conveniente porque simplifica o deforma la complejidad de los hechos “reales”. Mi última novela no pertenece al género de la ciencia ficción, pero cuando me lo preguntan y digo “es una novela realista”, siento que hay algo que me es insuficiente en esa categorización. Probablemente porque la voz narrativa es la de una adolescente y ya sabemos que en ese momento, el de la adolescencia, la realidad se desdobla sin dividirse en apariencias, sino más como si hubiera muchas dimensiones materiales que el chico o la chica debe afrontar cada día. Una especie de psicosis temporal que forma parte de ese “adolecer”. Esa sensibilidad es la que quise construir en esta novela. Ganímedes, los ovnis, la transmutación y otras alusiones forman parte de las desaforadas promesas políticas, religiosas y emocionales que tensionan a los personajes.

- Igual que vos, varios jóvenes autores bolivianos están publicando y son reconocidos en otros países. ¿Será que al fin se abren al mundo las puertas de la “encuevada literatura boliviana”?
Definitivamente sí. Esto no significa que ahora el camino será fácil, pero creo que radicalizarnos en un pesimismo cómodo no lleva a ninguna parte. Hay que seguir empujando esa puerta. Aparte de los propios libros que se van haciendo camino en otras esferas, creo que la crítica, por pequeña que sea, puede hacer un trabajo significativo. El modelo argentino de retroalimentación cultural es un ejemplo de éxito: genera conversación, exigencia, criterios serios y creíbles de lectura y calidad y va armando un “capital” compacto que respalda al escritor.

- Con esta entrevista inauguro un nuevo suplemento. ¿Según vos, qué rol juegan los suplementos, las revistas literarias hoy en día, en tiempos de la web, en relación a su papel hace dos o más décadas? ¿Tienen aún esperanza frente a los blogs el Facebook… qué deben cambiar, innovar para ser todavía útiles?
Evidentemente, no sólo las revistas o suplementos literarios han debido cambiar vertiginosamente, sino el periodismo escrito en su totalidad. Hace dos décadas el lector pensaba que en sus páginas podía encontrar la verdad absoluta, salvo casos de control político, claro, cuando esa verdad se teatraliza. La virtualidad ha modificado todo. Pienso ahora en una carta que Almodóvar le escribió a Rajoy recordándole que la violencia de las calles podía ser documentada y narrada por cualquier ciudadano que tuviera un celular, que no se confiara, pues ahora era imposible atrapar una sola edición de las cosas. Podríamos, entonces, volcar esa premisa y decir que la esperanza de los suplementos literarios reside en cuán penetrante y creativa pueda ser la mirada con la que hacen la edición de lo que ocurre contradictoria e imparablemente. La edición y el discurso que coloca algo en la escena y cómo eso incide en la realidad, es ése el valor diferencial que uno como lector navegante busca. Si el Facebook o los blogs están repitiendo las mismas cosas, los mismos elogios o críticas fragmentarias, necesitamos que los suplementos se atrevan a abrir otras ventanas. Libros, lecturas, autores.

- Cuéntanos un poco de la Giovanna lectora: ¿qué libros leídos en los últimos meses, o par de años, te gustaron especialmente… y por qué? (digamos un par de autores bolivianos y otro de extranjeros).
De los libros bolivianos más recientes que he leído me han gustado varios: La región prohibida , de Fabiola Morales, por su elegancia y los temas que aborda: migración, distancia. El perro en el año del perro, de Alejandro Suárez, una prosa urbana a medio camino entre el cinismo y la melancolía; Iris, de Paz Soldán, por sus múltiples capas de lectura, es toda una galaxia; La última pieza del puzzle, de Guillermo Ruiz, por sus personajes tan intensos; Hablar con los perros, de Urrelo, una novela fascinante que confirma su lugar indiscutible en el género negro, y La composición de la sal, de Magela Baudoin, que está todavía inédito pero sale pronto, un volumen de cuentos muy bien trabajados, prosa elegante, casi clásica. De la ficción extranjera que he leído últimamente subrayo Sangre en el ojo, de Lina Meruane, una novela bella y brutal sobre cuánto de lo que vemos es real; El viento que arrasa, de Selva Almada, a medio camino entre la ternura y las a veces incomprensibles pasiones masculinas; El adversario, de Emmanuel Carrère, una crónica criminal sobre la impostura y el autoengaño en las que cualquier ser humano puede meterse; y Poderes terrenales, de Anthony Burguess, apasionante, inmensa, desafía todos los moldes morales y religiosos.

Fuente: http://paginasiete.info/web/20140220/letrasiete/index.html

Un nuevo sabor en la literatura boliviana



Por Mariana Ruiz Romero

La nueva novela de Giovanna Rivero es ciencia ficción, y de la buena, de la Universal con mayúscula. Tiene todos los ingredientes para ser lo que es: naufragios, espacios siderales, viajes en el tiempo y seres que no terminan de ser sólo seres humanos. Sin embargo, es mucho más que eso.
Es, además, una perla rara en el horizonte de la literatura boliviana, un paladear de la lengua, un homenaje al lenguaje. Me gusta mucho la metáfora del helado, porque leer esta breve novela juvenil es como sentarse en el parque, tomar helado y ponerse a pensar, perderse en la experiencia sensorial. Helena 2022: La vera crónica de un naufragio en el tiempo. Así se llama este particular sabor de helado, este goce novelístico. Andrea Jeftanovic ya contó la trama en su noble presentación de la novela y de la autora. Sin embargo, hay cosas que dejó fuera de la reseña, y que está bien, porque no se puede describirlo todo. No se puede describir porqué es una novela perfectamente juvenil, que roza temas como la sexualidad, las drogas y los padres, en sus dimensiones ajenas, aterradoras; ni explicar exactamente dónde es que surge en nosotros una transmisión real de experiencias disfrazas de aventura y ciberespacio. No se sabe, pero así es, y por eso este trabajo es fundamental, algo que yo recomendaría en todos los colegios, para todos los lectores que buscan un desafío en la lectura.
Agradezco a la autora por este nuevo libro, este nuevo sabor, esta nueva experiencia. Puedo diferir respecto al final, pero tal vez es mi percepción. Tuvo sabor a poco y, también, tuvo sabor a distopía, a mundo sin esperanza, a esperanza sin retorno. Tal vez por la lúcida y sabia decisión de hacer llegar a este náufrago espacio/temporales a una de las épocas más oscuras de la humanidad; tal vez porque deja vislumbrar que poco o nada ha cambiado en nuestro cuasi presente, si quienes deben impulsar el cambio no se sienten merecedores de la esperanza. El libro termina con esperanza, sí, pero hay mucho de ácido y de amargo antes de llegar al dulce final. Tal vez porque este helado cibernético tiene un poco de ácido, un poco de alcohol y una pizca de punk mezclado entre los ingredientes (no por lo desafiantes, menos agradables) no sea apto al paladar de todos. No importa. Hoy he descubierto algo nuevo, y quiero gritarles a todos: pasen y lean. Degusten. No se pierdan esta experiencia.
Fuente: Marea y cielo

LA VERA GIOVANNA RIVERO




Por: Andrea Jeftanovic

Fuente: http://www.ecdotica.com/2012/11/12/la-vera-giovanna-rivero/
 
Estamos acostumbrados a los homenajes literarios en la tercera de la edad de los autores, o a veces a los tristes homenajes póstumos. Yo asistí a uno de una escritora joven y en pleno ejercicio. Sí tuve la oportunidad de participar en la 17 Feria del libro de La Paz, y acompañar a mi amiga y colega Giovanna Rivero en el homenaje que le brindó La Cámara del Libro de La Paz. En dicha oportunidad, su gerente, la carismática Patricia Navarro dirigió unas hermosas palabras de agradecimiento y orgullo para con Giovanna que había sido distinguida como uno de los secretos mejor guardados de la literatura Latinoamericana para la FIL de Guadalajara 2011.
Pero las sorpresas y los homenajes no se detuvieron ahí. El nombre de Giovanna Rivero es una marca registrada en la literatura de su país. Fui testigo del aprecio de los lectores, de los seguidores en cada una de las mesas redondas y pasillos del recinto ferial. Es más, vi como un domingo salió su foto y largos reportajes en los suplementos culturales de la ciudad. Una y otra vez la narradora cruceña destacaba por sus respuestas contundentes, auténticas y encantadoras. En una de las oportunidades, para ser precisa, mientras nos maquillaban para el programa de televisión del periodista Jimi Iturry se acercó una mujer joven que al reconocerla le comentó que hacía teatro con uno de sus textos infantiles. Creo que la abrazó y ahí estaban los asombrosos hilos que tiende la escritura. Así es, los textos viajan por lugares insospechados, y todos quienes hacen literatura juvenil tienen la recompensa de llegar a aulas y a lectores ávidos y en formación.
Confieso que cuando conocí a Giovanna personalmente, en un residencia literaria en la ciudad de Alcalá de Henares, yo miraba de reojo a la autora del libro Sangre dulce y espiaba su darkness, su pluma filuda, sus imágenes precisas. Apreciaba el continente Rivero en el que confluye lo punk, lo erótico, lo maternal, lo poscyberg, el gótico, lo latinoamericano, la reivindicación de la mujer. Pero también he aprendido que cuando quieres catalogar a Giovanna ella se te escapa. Autora versátil, cuentista, novelista, cronista, de literatura infantil y juvenil, precursora de la novela híbrida con Tukzon, historias colaterales; y como si no fuera suficiente, ahora cultora del género de ciencia ficción. También está su lado salvaje, la exploración de un erotismo fino y audaz, la extranjería, la identidad de la mujer. Ella misma ha dicho que ningún libro suyo se parece a otro. Siempre hay algo inquietante en sus universos plagados de ágiles recursos narrativos para construir una historia que se desenvuelve en un mundo a la vez bizarro y familiar, por ejemplo, un par de primos que hunden sus dedos en la arena y cazan alacranes mientras se contagian de un virus mortal, dos mujeres internadas en una clínica psiquiátrica que luchan por una gilette para depilarse, una estrella porno que lucha contra muñecas japonesas, una mujer que estalla en pedazos tal como las Torres Gemelas.
En el universo de la autora veo más criaturas que personajes, criaturas cinceladas con amor al punto que sentimos latir sus corazones salvajes, criaturas que deja desbarrancarse en algún naufragio frente a nuestros ojos lectores pero que de algún modo se salvan.
No por azar la nueva novela de Giovanna, que tuve la oportunidad de presentar, se titula Helena 2022: La vera crónica de un naufragio en el tiempo. Tal vez porque ella es una autora orientada al futuro, Giovanna se nos escapa, asume travesías, vive en un constante estado de inquietud que ahora fija en el año 2022. Esta novela presenta a un grupo de niños reclutados para una cruzada espacial y “especial”. Tres niños bolivianos son seleccionados, Bicho, Mateo y Morete, y son entrenados para conducirlos a un remoto planeta con similares características a la Tierra. Pero cuando íbamos directo al futuro, la autora nos lleva al pasado. El arca naufraga en el espacio e ingresa en un agujero negro que transporta a la tripulación a un tiempo y lugar remoto: el año 1633, en Italia. Son tiempos oscuros, cunde la peste negra, está activo el Tribunal de la Inquisición, es el tiempo del dilema de las verdades: el paradigma religioso versus el científico. Los niños comparten calabozo con Galileo Galilei, justo cuando se desarrollaba el juicio al famoso astrónomo de Pisa. Época de cambio de paradigmas, de los últimos absolutismos.
El proyecto Helena 2022 es una utopía. Sí, porque las utopías tienen el horizonte de soñar un mundo mejor. En la historia de la literatura hay muchas historias en las que nos niños parten a otro mundo mejor. Al igual que en esas fábulas el mundo al que van estos niños en la barca Helena aparece como la promesa de una “tierra prometida”. Más allá del mundo fantástico que se le ofrece a un niño, está el antiguo sueño del mundo perfecto, del mundo mejor.
El nuevo de Giovanna es una inteligente aventura literaria entre el pasado y el futuro, la realidad y la ficción, ofreciendo una perspectiva única y compleja sobre el deseo de cambio, de libertad. El sentido de la utopía supone imaginar sociedades alternativas y perfectas pero la utopía, por etimología, es el ningún lugar. Y ese ningún lugar es en este caso un naufragio. Los tres niños bolivianos emprenden un viaje sin retorno, han dejado casas con padres trabajólicos o depresivos. Su viaje tiene bastante del viaje del héroe y sus etapas. Los tres pasan una y otra prueba: frío y nieve, uno tiene un accidente que lo lleva a perder una pierna, los encuentros con una niña albina con aires de Luzbel. Especial atención hay que prestar a los fragmentos que corresponden a los sueño de Bicho, sueños cargados de significados, ciertas premoniciones sincronizadas.
La vera crónica de un naufragio en el tiempo nos invita a cruzar los planos temporales, como toda obra de ciencia ficción se pasea por toda la franja del tiempo: pasado, presente y futuro, y ve la realidad de un modo cambiante (Mora Vélez). Acá está el Renacimiento, Hansel y Gretel, Blancanieves, la pobreza latinoamericana, campos de arroz en el río Po, tormentas eléctricas, habitar una cueva como primitivos, tiempo medido en miliquarks, la carroza, el carnaval, el juicio a Galileo Galilei. La investigación de la física cuántica indicada para explosionar la fábula. Porque acá no hay magia sino ciencia. También hay una fuerza pagana en la confluencia de misteriosas líneas cósmicas materiales, paisajes y fluidos. Pero ahora las líneas no están todas trazadas en el espacio-tiempo, y a veces como se nos dice “el futuro no es el mejor lugar”. Tal vez Mateo Bicho y Morete nos enseñan los aprendizajes mutuos de esa travesía interrumpida.
Hay que aceptar la aventura que Giovanna nos propone, atreverse a mirar por el lente, por el telescopio de Galileo Galilei, aunque en un comienzo haya oscuridad, aunque en un inicio solo exista “una lejana chispa humilde y haya que esperar que todo se llene de masa y amor”. Porque desde hace un tiempo esta autora ha comenzado a susurrar sus naufragios y estallidos. Hay una salvación en el fondo del alma de sus criaturas. Como Galileo Galilei, veo en Giovanna disciplina e imaginación para salir a flote. La ciencia como escenario de una intriga inteligente que sitúa a los lectores juveniles en un lugar de conocimiento y desafíos.
No sé ustedes, pero yo confío plenamente en una autora que dice “Escribo para participar en el mundo y para multiplicar la vida”, que escribe sobre cataclismos y criaturas, que nos hunde y nos salva.
Fuente: Ecdotica

GIOVANNA RIVERO EXPLORA EL UNIVERSO FANTASTICO

De Marcelo Suárez Ramírez (El Deber)






En los albores del siglo XXIII, tres adolescentes son seleccionados para ser parte del proyecto Helena 2022, una especie de arca que conducirá a los humanos a un remoto planeta con similares características a la Tierra. El arca naufraga en el espacio e ingresa en un agujero negro que transporta a la tripulación al año 1633, en Italia. En tiempos de la peste negra y la Inquisición, viajan a Roma donde son apresados por el Pope y encerrados en el mismo calabozo de Galileo Galilei, justo cuando se desarrollaba el juicio al famoso astrónomo de Pisa.
Este relato forma parte de Helena 2022: La vera crónica de un naufragio en el tiempo, el último libro de Giovanna Rivero, que será presentado este miércoles en el Centro Simón I. Patiño y el sábado 11 en la Feria del Libro de La Paz, donde la autora será distinguida por haber sido elegida uno de los 25 secretos literarios mejor guardados de América Latina por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México).
 La nueva obra de Rivero es una novela corta, que juega con los movimientos cuánticos y sitúa la historia en un futuro próximo y un pasado lejano, a la vez que confirma el giro hacia lo fantástico que ha tomado la literatura de la cruceña.
- Helena 2022 se publica con el sello Puraletra de La Hoguera, por lo tanto, es una novela juvenil. ¿Estás de acuerdo con esa clasificación?
- Me parece peligroso poner categorías porque se obliga al público a dividirse en compartimentos que no siempre funcionan; sin embargo, la novela está siendo publicada bajo el sello Puraletra quizás porque juega con los registros y con el imaginario de lectores jóvenes, por eso digo que es una novela ‘border’, no solo en cuanto a la edad, sino también por la aproximación a los géneros. Claro, es ciencia ficción, pero también tiene algo de fantástico, tiene su toque histórico y su lado dramático. 
- ¿Por qué situarla en el año 2022?
- Porque las cosas están demasiado cerca, el cosmos nos ha sorprendido. Antes nos parecía todo de ciencia ficción y ahora no, hay nuevos desafíos. Toda esta exploración del universo ha hecho que la perceptiva del hombre esté cambiando, quizás por un deterioro del ser humano o por un desahucio de la raza, por la necesidad de mirar a otro lado para ver si hay esperanza. Si todo está tan cerca, ¿por qué le voy a poner una fecha lejana?, ¿por qué debo alejarme de esta generación?
- A propósito de generación ¿crees que tu trabajo ha recibido el influjo de la caída de la Torres Gemelas?
- Claro que sí, es un hecho que ha influido en la literatura de la última década en todos los niveles y en todos los géneros literarios. Después del 9-11 se ha creado toda una narrativa del trauma. Si antes se confiaba a ciegas en el capitalismo, a partir de la caída de la Torres Gemelas se ha desplomado todo. Eso ha generado nuevas narrativas sociológicas y políticas pero también fantásticas, en las que la naturaleza viene a ocupar el lugar de las utopías. 
- ¿Esta nueva narrativa propone una estética en particular?
- Lo que veo es una generación contemporánea fascinada con un realismo recalcitrante. Actualmente hay muchos cultores del realismo, y eso está bien, pero siempre y cuando eso no signifique un desprecio por la imaginación, esa que trabaja con la realidad y la trasciende, la exuda. Lo que predomina es el realismo y eso se sigue reflejando en un lenguaje más minimalista y seco.
- El año pasado se cumplieron 15 años de la publicación de MC Ondo, la famosa antología de autores latinoamericanos que representó el parricidio contra el realismo mágico. Alberto Fuguet, uno de los impulsores de esta antología, concluyó que el tiempo les dio la razón y, por lo tanto, ganaron. ¿Vos también creés que fue una victoria?
- Todo tiene su momento y una vez cumplido un objetivo viene el siguiente paso. Yo creo que los MC Ondo sentían la sombra del realismo mágico sobre ellos, sobre esa generación de Fuguet, Paz Soldán, etc. Así fue como ese fantasma que no estaba dispuesto a ver la modernidad se convirtió en algo tan pesado que casi a la fuerza tuvo que aparecer algo como MC Ondo. El problema también es que el realismo mágico ha sido muy manoseado, al punto que lo hemos reducido a un cliché, olvidándonos de la riqueza que tiene y todo lo que ha influido no solo en el escritor latinoamericano, sino también a escala mundial.
Al respecto me parece interesante ver un fenómeno distinto que está ocurriendo actualmente con estos jóvenes escritores argentinos de la zona del Chaco, al que Brújula les dedicó un artículo hace poco (Carlos Busqued, Federico Falco, Luciano Lamberti y Carlos Godoy). Son autores que han vuelto a mirar el campo,  porque la ciudad se agotó. Ese MC Ondo urbano se agotó, como pasa con todo en su momento. 
- Sin embargo, a pesar de que vuelven al campo, conservan ese realismo recalcitrante y esa cotidianidad pesada heredada de la generación MC Ondo...
 - Es cierto, pero, de todos modos, son capaces de descubrir en el vapor de esa cotidianidad hechos que trascienden el cotidiano, que son capaces de rozar una cierta aura sobrenatural: asesinatos, descubrimientos, problemas de la vida diaria, etc.
- El futuro no es nuestro, la antología realizada por Diego Trelles en la cual participás con un relato, ha sido uno de los referentes en cuanto a las nuevas voces de autores latinoamericanos. ¿Creés que también cumplió con su objetivo?
- El futuro no es nuestro tenía un objetivo pos-MC Ondo, que era decir que hay una nueva generación de escritores que no está luchando ya contra García Márquez, que dejó de preocuparse por el mercado y de ‘conflictuarse’. Tal vez el problema ha sido que en la última década ha habido demasiadas antologías de autores latinoamericanos, eso ha generado una especie de confusión.
- Tukson, historias colaterales (2008) no solamente fue el primer libro que escribiste fuera, sino que también marcó un giro en tu literatura, que hasta entonces arrastraba el peso de otra novela de quiebre: Las Camaleonas. ¿Qué representó para vos ese libro? 
- ‘Tukson’ representó ese llamado latente que sentía de apartarme del realismo, explorar territorios donde la lógica no siempre funciona. Creo que partir de esta obra hice un giro hacia cosas que tienen que ver con el poder, con entender qué pasa con estos monstruos, que pueden ser un gobierno o una utopía. Cuando escribí Las Camaleonas (2001) me interesaba explorar el erotismo desde lo corporal, hasta las últimas consecuencias, si hubiese sido posible, pero no llegué hasta ahí, porque mis intereses comenzaron a virar hacia lo fantástico. Ya en Sangre dulce (2006) hay signos de lo que se venía, me parece que ahí está el punto de inflexión en mi obra, más que en Tukson, porque en Sangre dulce estoy ya transformada, incluso en Contraluna (2005) exploro una especie de fantástico urbano. 
- ¿Preferís la novela o el cuento?
- He descubierto que la escritura de la novela me provee un placer distinto al del cuento, que tiene su belleza y su fuerza, pero he notado un cambio en mí al escribir una novela. Mi mente esté metida en ella todo el tiempo, me levanto, desayuno, me ducho y salgo a la calle con la novela, estoy viviendo un mundo paralelo. 
- Entonces el cuento es más un ejercicio menor para un objetivo mayor, como la novela…
- No me gusta verlo así, simplemente son personalidades que el escritor desarrolla paralelamente, aun cuando su voz se parezca en ambos casos.  A la novela uno la encara con cierto temor porque está entrando a un territorio que no se conoce y hay que sostenerla, al cuento se entra con ímpetu y con fuerza. 
- ¿Qué autores has frecuentado en la escritura de Helena 2022?
- Mis lecturas son muy contaminadas, desde teoría literaria y física cuántica hasta los autores argentinos que te mencioné. Siempre vuelvo a Carson McCullers y Flannery O’ Connor, cuyas narrativas me encantan. Me gusta ese gótico sobrenatural que lo encuentran en el campo, esa experiencia subjetiva que transforma la realidad. Pero no tengo una disciplina, todo es parte del caos. Y cuando me estanco en ciertas narrativas, recurro a la poesía. Un buen poema me puede abrir una puerta que yo no sospechaba. 
- ¿Has intentado escribir poesía?
- No, es algo que respeto demasiado. Me gusta la prosa poética y la textura de una obra de ese tipo, trato de que mi escritura tenga cierto halo poético, pero escribir poesía, no me atrevo.  
- ¿Te has imaginado algunos de tus textos y personajes plasmados en alguna película?
- Sí, me los he imaginado a todos (risas). Pueden ser fácilmente llevados al cine, hay personajes y diálogos que facilitan una guionización.

Fuente: http://www.eldeber.com.bo/rivero-explora-el-universo-fantastico/120803223515