La ciencia ficción de Doris Lessing




 Desde luego, pasará mucho tiempo antes de que alguien pueda afirmar con la serenidad y el aplomo de George Eliot que "el arte debe ser real y concreto o ideal y ecléctico. Ambos son buenos y auténticos a su modo, pero mis historias pertenecen a la primera clase". ¿Qué es real?, ¿concreto?, ¿ideal?, ¿ecléctico?, empiezan a preguntarse nuestros autores de medio pelo. ¿Qué es el arte? Sea lo que sea el arte, no lo es la novela seria de nuestra época, cuya textura tanto se asemeja a ese entumecimiento en el que se encuentra entrampado Satanás en el centro del círculo interior del infierno.

Aunque Doris Lessing tiene más en común con George Eliot que con cualquier novelista serio contemporáneo, no siempre está por encima de la solemnidad, entendida como lo opuesto a la mera seriedad. [...] Por otro lado, es una moralista a la antigua usanza, lo que significa que tiende a tomarse muy en serio lo cotidiano. Me da la impresión de que su ámbito es el de la investigación en profundidad -y no en un tono superficial- de la relación auténticamente moral. Digo "me da la impresión" porque he entrado en contacto con la obra de Doris Lessing tarde. Empecé a leerla con Memorias de una superviviente , y ahora, con Shikasta , la he seguido hasta el género de la ciencia ficción, donde está haciéndose un hueco propio en algún punto entre John Milton y L. Roy Hubbard.
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Lessing nos cuenta que, en un principio, tenía la intención de elaborar un único volumen a partir de ciertos temas del Antiguo Testamento [...], pero que ahora se ha embarcado en una serie de fábulas sobre dominaciones y poderes interplanetarios. "Tengo la sensación de que se me ha dado libertad para ser tan experimental y tan tradicional como me plazca." No estoy seguro de a qué se refiere con "experimental" y "tradicional". Como mucho, la prosa de Lessing es sólida, lenta y un poco desmañada. [...]

[...] Al igual que la espléndida Memorias de una superviviente , Shikasta es el resultado de una imaginación formidable. Lessing es capaz de inventar cosas que parecen reales, y en eso estriba la capacidad narrativa, pero la escritura seria ha ejercido influencia suficiente sobre ella como para que tenga necesidad de disculparse. "En la actualidad, es habitual decir que los novelistas de todo el mundo están transgrediendo los límites de la novela realista porque lo que vemos en derredor es cada día más descabellado, más fantástico, increíble. [ ] La antigua novela ´realista también se está viendo transformada debido a la influencia de ese género que responde a la imprecisa definición de ficción espacial." En realidad, yo no he apreciado ningún indicio palpable de esta influencia, e imagino que ella tampoco, pero no es insólito que un escritor vea el desvío que ha tomado como una autopista en la que de pronto todo el mundo ha reparado y que no tardará en estar atestada [...].

Si este libro tiene algún precursor reciente, este es Kart Vonnegut, hijo. Lessing se ha deshecho en elogios con él: "Vonnegut denota una moral a la antigua usanza [ ], ha reducido al absurdo las pequeñas categorías, las afectadas divisiones entre literatura «real» y el resto, porque es cómico y triste a un tiempo, porque su dolorosa seriedad nunca es solemne.[...]"

Lessing padece una influencia mayor, si cabe, del Antiguo Testamento. "Tenemos por costumbre dejar de lado el Antiguo Testamento porque Jehová, o Yavé, no piensa ni se comporta como un asistente social." Adiós a la idea de Jesucristo como artífice de buenas obras y científico definitivo. Lessing no anda del todo descaminada, pues las espeluznantes historias del furioso Dios del Antigua Testamento constituyen un telón de fondo para la "buena nueva" de Jesús, las "recitaciones" de Mahoma, el sentido de la ética judía; estas sangrientas historias conservan un extraordinario poder mítico, que Milton fue el último en manifestar en toda su intensidad.

En cierto sentido, la obra de Lessing, Shikasta , es en mayor medida un retorno al espíritu (que no, por desgracia, al lenguaje) de Milton que al del Génesis. Pero Lessing lo hace todavía mejor que Milton, o peor. Milton era dualista. Lucifer refulge como el hijo de la mañana, y la divinidad también refulge. Su enfrentamiento es aterrador. Aunque Lessing baraja opuestos, tiende hacia el unitarismo. Está imbuida del espíritu de los sufíes, y si hay algo que me ponga más nervioso que un seguidor de Jung, es un sufí. Lessing está convencida de que es posible "«ponerse en la onda» de una mente superior, o mente arquetípica, o inconsciente, o como quiera uno llamarlo, y que eso explica una gran cantidad de improbabilidades y «coincidencias»". No hay duda de que Lessing se pone en onda; y desde luego Shikasta está llena de improbabilidades y "coincidencias". En otro texto ("In the World, Not of It"), Lessing ha expresado su admiración por un tal Idries Shah, un hacendoso proveedor contemporáneo de sufismo (de la palabra árabe suf , que significa "lana" el disfraz de los ascetas).

A Idries Shah se le ha descrito en las páginas de la New York Review of Books como el autor de obras repletas de "constantes equivocaciones, traducciones chapuceras e imprecisas, e incluso faltas ortográficas en nombres y palabras orientales. Bajo la apariencia de erudición, se nos pide que aceptemos un embrollo de perogrulladas, impertinencias y charlatanerías". Lessing admira a Idries Shah [...] y utiliza con pleno convencimiento citas de La exploración dérmica , obra en la que éste reproduce pasajes de Los relojes cósmicos , de M. Gauquelin. "Ese asombroso paralelismo con la insistencia sufí en la capacidad relativamente superior que presenta la comunicación sutil a la hora de afectar al hombre, se aprecia en la obra científica que demuestra cómo todos los organismos vivos, incluido el hombre, se muestran ´increíblemente sensibles a ondas de energía extraordinariamente débiles, cuando influencias más robustas quedan excluidas ." En esta última cita dentro de una cita estriba el tema de Shikasta .

Lessing cae en la presunción de que una civilización galáctica bondadosa y sumamente avanzada, que radica en Canopus, está enviando ondas armoniosas aquí y allá, al estilo del Dios de Milton antes de que Lucifer se hartase. Canopus vive en armonía con otro imperio galáctico denominado Sirius. Hace mucho, mucho tiempo [...], ambos libraron una Gran Guerra, pero ahora reina la serenidad entre ambas galaxias. En este caso, no se me ocurre ningún paralelismo con el Antiguo Testamento. ¿Representa Canopus el cielo frente al caos de Sirius? Sea como fuere, el malvado planeta Shammat en el imperio galáctico de Puttiora resulta ser nuestro viejo amigo Lucifer o Satán o el Señor de las Moscas, y el planeta Shikasta (que somos nosotros) es el campo de batalla entre las vibraciones armoniosas de Canopus y las vibraciones malignas de Shammat, que bombardean constantemente nuestro planeta. Al final, Lucifer es arrojado entre aullidos a ese lugar donde prefiere reinar, y todo es paz y armonía entre los hijos de Dios. Lessing carece de negatividad. Allí donde el Lucifer de Milton es digno de admiración, el Shammat de Lessing es un travestido cuyos agentes planetarios parecen un cruce entre el monstruo de Tolkien y sir Lew Grade. [...]

Al igual que el arcángel san Miguel, Johor viaja a través del tiempo de Shikasta. Las primeras ciudades del planeta se construyeron de tal forma que los transmisores de Canopus pudieran enviar ondas de energía benigna; como resultado de ello, la población local (preparada por amables gigantes) era dichosa y retozona. "Canopus podía proveer a Shikasta de un aire fértil y vigoroso, que mantenía a todos sanos y a salvo y, ante todo, les hacía amarse los unos a los otros. [ ] Este suministro de aire de primera calidad tenía un nombre. Se llamaba SDSC -la sustancia del sentimiento común-[...]". Pero el suministro de SDSC se acaba. Las ciudades de llanuras quedan destruidas. Se propaga la Enfermedad Degenerativa y la raza sufre de "grandiosidad y ostentación", breve esperanza de vida y mal carácter. La Enfermedad Degenerativa es para Lessing el equivalente al pecado original que propició la caída del hombre cuando Eva mordió la manzana.

El paseo de Johor por la historia de la humanidad da pie a algunos buenos ratos. Se esfuerza denodadamente por contener la influencia maligna de Shammat, y la autora no solo nos lleva hasta el presente, sino más allá: los chinos no tardarán en ocupar Europa. Lessing es una maestra del estilo escatológico, y Memorias de una superviviente es una obra maestra de este género. Si bien allí donde el primer libro se centraba en un Londres muy real en un estado terminal perfectamente verosímil, Shikasta no alcanza nunca un grado aceptable de verosimilitud. [...]

La afinidad de Lessing con el Antiguo Testamento, en combinación con la cualidad difusa del sufismo de nueva hornada, la ha acabado metiendo en un barullo filosófico. Sin la noción del libre albedrío, la humanidad no tiene interés en absoluto; desde luego, sin el libre albedrío no puede haber literatura. Ver al Lucifer de Milton derrocar con toda serenidad la inteligencia dominante de su creador es todo un espectáculo, pero en la obra de Lessing no ocurre nada por el estilo. Desde el momento de la creación, los shikastanos de Lessing están programados por fuerzas externas, unas veces benignas, otras malignas. Se muestran pasivos por completo. No hay ningún Prometeo; no hay siquiera una Eva. El hecho de que, en el transcurso de un libro largo, Lessing no se las haya arreglado para crear un personaje con el más mínimo interés no es tanto la secuela de un fracaso de su considerable arte cuanto un indicio de que ha rendido su mente a la SDSC, o a los sufíes ataviados con túnicas de lana, o al Dios Celoso.

A todas luces, cabe abogar a favor de la predeterminación, o la predestinación, o del glorioso B. F. Skinner, alabado sea. La propia Lessing bien podría argüir que el aparentemente inexorable código del ADN es una forma de programación genética que cabría equiparar a la intervención de Canopus, y que, en cualquier caso, nuestras insignificantes vidas son otros tantos tropismos intercambiables que responden a estímulos externos. En mi opinión, el caso humano es más interesante que todo eso. El hecho de que ninguna religión haya ofrecido una razón satisfactoria para el existencia del mal ha mantenido a los seres humanos en vilo durante los breves respiros que se nos permiten entre las sucesivas eras de fe, con las que siempre se puede contar para crear ese estado común que tanto parece intrigar a Lessing y a sus colegas ataviados con túnicas de lana, una condición que tan certeramente describe el siniestro dicho latino E pluribus unum .

En el fondo, Shikasta no es una fábula de la voluntad humana frente a un dios que ha agraviado al buscador del fuego, sino un cuento de hadas acerca de fuerzas extraterrestres buenas y malas que disfrutan de un morboso placer al manipular a una humanidad parecida a un hormiguero. Por supuesto, Doris Lessing no es la primera que se inclina hacia esta "religión". De hecho, tiene un competidor de talla en un profeta vivo cuya poderosa mente ha concebido una raza de tetianos que antaño vivieron entre nosotros; ellos también desbordaban SDSC; después, se fueron. Pero no todo está perdido. El profeta vivo nos ha contado su historia. En un principio, escribió una novela de ciencia ficción y la gente de mal talante se mofó de él. Pero no se vino abajo. Tenía la convicción de que en su mano estaba salvarnos, devolvernos la sabiduría de los tetianos, "librarnos" de toda maldad. Así que creó un segundo libro sagrado, Diabética: el poder del pensamiento sobre le cuerpo. Hoy en día es el único propietario del Iglesia de la Cientología. Doris Lessing haría bien en abandonar a Idries Shah, con su túnica de lana, para unirse al señor L. Ron Hubbard, que ya ha recorrido, triunfante, el sendero que holla la autora.

Este texto ha sido tomado de la flamante edición de Ensayos (1952-2001), publicada por Edhas
Por Gore Vidal




Fuente: La Nación

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