Entrevista a Guillermo A. Ruiz: “Hay que fisurar la realidad”

 


Fuente: Fondo Negro, La Prensa, La Paz (Bolivia)



Por Mauricio Murillo –  08/07/2012

Lo fantástico se postula como un espacio importante en nuestras letras. En 2013 saldrá una antología que empieza a buscar relatos del género.
En días recientes, un grupo de escritores bolivianos constituido por Guillermo-Augusto Ruiz, Daniel Averanga, Iván Prado Sejas y Miguel Esquirol lanzó la convocatoria de la primera Antología de Relato Fantástico en Bolivia. El plan es compilar un volumen con varios cuentos que vayan a ser publicados el próximo año en un libro editado por la editorial El Cuervo. Es una convocatoria abierta, que tiene como plazo el 1 de noviembre de este año. Las bases y requisitos pueden ser consultadas en el blog de uno de los organizadores: www.elfuegoylafabula.blogspot.com. Con relación a esta antología, pretendiendo conocer sus objetivos y motivaciones, Fondo Negro entrevistó a uno de sus principales ideólogos, Guillermo-Augusto Ruiz.

-¿Cómo surge la idea de organizar esta antología de relato fantástico?

-Me inspiró la excelente labor de Daniel Averanga y Willy Camacho con Gritos demenciales, antología de cuentos de terror, que hace poco se reeditó y que pronto sacará un segundo tomo, lo cual muestra el éxito obtenido.
Tuve hace tiempo la idea de una selección de la literatura fantástica en Bolivia, pero fue el mismo Daniel quien, hace unas semanas, me impulsó a que concretizáramos el proyecto.


-¿Por qué elegir este género? ¿Cuáles son las particularidades que han llamado la atención a los antologadores?

-Es uno de los géneros más destacados de la literatura en general y de la hispanoamericana en particular. Lo fantástico no es, como muchos creen, una evasión de la realidad, sino al contrario un adentrarse en las arenas movedizas de lo que, por convención y comodidad, consideramos como tal. Es más, creo que lo fantástico nunca pasará de moda, pues, antes que un género, es una visión del hombre y del mundo en que predomina la duda o el asombro. En ese sentido, se asemeja a la fresca mirada del niño o a la lúcida del filósofo.
Se define lo fantástico como un elemento inexplicable que irrumpe en lo real, resquebrajándolo. Olvidamos que la realidad es inexplicable en sí misma. No hace falta inventar a ultranza; basta echar una luz distinta sobre las cosas para darse cuenta de que son extrañas. Lo fantástico desvela la realidad.
Hubo que esperar a los descubrimientos de la física cuántica para recibir una confirmación de una vieja intuición de lo fantástico: que no hay tal cosa como la estabilidad de la materia y que, por tanto, lo real no es estable sino por conveniencia o por pereza de quien lo observa.
En cuanto a los antologadores, por un lado a Daniel le encanta el terror, que es una rama posible de lo fantástico. En ese sentido, coincidimos en que lo fantástico es un género paradigmático, que integra a otros pero que, a la vez, resulta inconfundible. Por otro, Iván Prado y Miguel Esquirol realizan, desde hace años ya, una labor encomiable, que consiste tanto en una indagación como en un estímulo constantes de la ciencia ficción y la fantasía en Bolivia, a través del blog del mismo nombre.


-¿Cuál crees que es la importancia de realizar antologías que reúnan a varios autores bajo una misma premisa? ¿Qué efectos se pretende con este libro?

-No creo que esta actividad sea importante en sí misma, pero tampoco es superflua. Me explico. Por un lado, es una buena forma de difundir a nuestros autores. De abrir brechas y mostrar filones. También de estimular, no el anatema ni el panegírico, sino ese discurso plenamente literario, inteligente y matizado, que es la crítica. Ambos discursos deben alimentarse mutuamente para irrigar nuestras letras. Y una antología, si está bien hecha, puede ser uno de los catalizadores de esta dinámica, que sí es fundamental.


-En la historia de la literatura boliviana, el género fantástico no ha sido central ni canónico, ¿cuáles serían los hitos en nuestras letras? ¿Qué libros son fundacionales para este género?

-Es extraño que no lo haya sido. Decimos con razón que nuestra realidad, la boliviana, es mágica. En rigor, toda realidad lo es. "El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible". Eso decía Wilde. Es extraño que el imaginario fantástico (ya como tal, ya como realismo mágico, que se acerca más a lo maravilloso tradicional) haya nutrido prácticamente toda la literatura latinoamericana cuando, en nuestro país, ha sido puntual, casi anecdótico. Con Borges y, luego, con el boom, lo fantástico pudo mostrar toda su potencia, que no excluye la mirada crítica a la realidad o a la historia, sino que la integra y la dota de universalidad. Aunque, por supuesto, contamos ya con hitos. Sin duda, el más importante es Cerco de Penumbras de Oscar Cerruto, que contiene relatos fantásticos admirables. No me parece mera coincidencia el hecho de que Cerruto fuese también poeta. En cierto modo, la poesía es una forma de traducir lo fantástico. Cuando lo indefinible hace temblar el marco seguro de lo real –inquietándonos–, se produce el efecto fantástico, sucede la poesía. Otro ejemplo, no menos ilustre, es el de Sáenz, especialmente con algunas narraciones memorables de La Piedra Imán.
Antes que libros fundacionales, prefiero mencionar algunos de los que para mí son imprescindibles. Hablo de las Narraciones extraordinarias (Poe); El Horla (Maupassant); Otra vuelta de tuerca de Henry James –cuyos cuentos son tan sutiles y escalofriantes como esa gran novela–; La metamorfosis y El proceso (Kafka); Cuentos orientales (Marguerite Yourcenar); los Cuentos completos de Cortázar; Ficciones, El Aleph y El libro de arena (Borges); la Antología de la literatura fantástica (de Borges, Bioy y Silvina Ocampo); los Sesenta relatos –muy creativos– de Dino Buzzati. De niño me gustaba la serie La Dimensión Desconocida. Luego me enteré de que, entre los guionistas, estaban Ray Bradbury y Richard Matheson, también autores de excelentes relatos del género.


-Cuando escribiste tu libro El fuego y la fábula, ¿tenías planeado que fuera un libro de literatura fantástica?

-Fue una premisa y, a la vez, algo inevitable. Creo que lo fantástico es una tensión que se puede traducir de dos formas: ya como resistencia, ya como agresión a la anestesia que, con la rutina, se afianza en nosotros. Lo real es como un muro circular: hay que fisurarlo para poder mirarse a la cara, ver a los otros, ver el mundo.  
Al cometer El fuego y la fábula intenté exorcizar esta tensión a través de historias cotidianas con un fantástico ambiguo. Es decir, si logré mi objetivo, los doce relatos que componen el libro pueden leerse también en un plano perfectamente realista.
Por otro lado, como sigue siendo marginal en nuestro país, me pareció legítimo incluir al final de la obra un ensayo teórico sobre lo fantástico.

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