La Función de la Ciencia Ficción

Acabo de publicar este artículo: La Función de la Ciencia Ficción en la portada de la revista Ciencia Ficcion.

Por muchos años la ciencia-ficción era el camino de escape de la realidad para explorar las posibilidades del futuro. Sin restricciones de dinero, estudios y muchas veces leyes físicas, los escritores de ciencia-ficción podían dar rienda suelta a su imaginación. El resultado fue científicos inspirados por libros de ciencia-ficción que en su inocencia o atrevimiento decidieron hacer reales sus lecturas juveniles. Ray Bradbury recuerda: que Wernher von Braun (creador del cohete Saturn V que llevó al hombre a la Luna) sus colegas alemanes y todos los científicos y técnicos de Houston y Cabo Kennedy leyeron a H. G. Wells y a Julio Verne durante la infancia, y se propusieron convertir en realidad todos esos sueños cuando fuesen adultos.

Pero este quizás es la más evidente y simple de los resultados que la ciencia-ficción trajo a la luz. El género no sólo trata de adelantos científicos, naves espaciales y la posibilidad de seres extraterrestres. Hay mucho más que simple ciencia dura en estas obras, y quizás mucho más importante es la relación del ser humano con esta. En una novela no interesa solo la forma técnica a la que la bomba atómica origina el invierno nuclear sino la reacción humana a esta tragedia.

No es de extrañarse entonces que en 1968, en plena carrera espacial y en medio de la guerra fría, se creara en los Estados Unidos el Consejo Ciudadano de Control para la Política Nacional del Espacio (Citizens' Advisory Council on National Space Policy) un grupo de presión política con línea directa con la Casa Blanca a través de la consejería de Seguridad Nacional. Este grupo estaba conformado por especialistas en diferentes áreas, astronautas, militares y científicos pero sobretodo un grupo grande de escritores de ciencia-ficción: Poul Anderson, Greg Bear, Robert A. Heinlein, Gregory Benford, Dean Ing, Steven Barnes, Jim Baen y Larry Niven. Esta organización fue creada para controlar los asuntos de seguridad la salud pública relacionados con el programa espacial así como de energía nuclear.

La posición de los escritores de ciencia-ficción en estos contextos era más que de simples inspiraciones tecnológicas, estos escritores tenían los conocimientos y la capacidad para opinar no sólo de asuntos tecnológicos pero también morales y sus repercusiones a largo plazo.

El propio Edrward Teller, conocido como el padre de la bomba de hidrógeno, opinaba Para ideas a largo plazo confío en los verdaderos visionarios: Los escritores de ciencia-ficción. Siempre me ha agrado el señor Heinlein, el señor Asimov por supuesto y el señor Clarke. A la larga son más importantes que cualquier secretario de defensa.

Para inspirar a los científicos era necesarias esas novelas, pero una vez estos han construido sus sueños de ciencia-ficción, se necesita nuevamente a los escritores para que los ayuden a ver a largo plazo, para saber cómo utilizar, qué hacer con ello y sobretodo qué no hacer. Es que cuando el hombre empezó a salir al espacio y a jugar con bombas nucleares, estos escritores (y sus lectores) ya habían pasado años en galaxias distantes y en planetas devastados por la plaga atómica y sabían que hacer.

Pero muchos años ya pasaron desde la guerra fría y la conquista espacial y vivimos en un mundo que parar nuestros antepasados parecería fruto de la más desquiciada de una de aquellas novelas. Un mundo que nos sorprende cada día por su capacidad de superar nuestros sueños de ciencia-ficción. ¿Será entonces que estos escritores han quedado obsoletos?

William Gibson que predijo-inventó el fenómeno del ciberespacio ya no escribe sobre el futuro, o lo hace sobre un futuro muy cercano. El mundo que describe, cubierto de publicidades y de productos, de fenómenos globales y de secretos industriales y culturales íntimos; un mundo demasiado parecido al nuestro. Todas las invenciones que aparecen en su último libro ZERO HISTORY aparecieron con meses de antelación en páginas como BoingBoing y muchas de las tecnologías que utiliza como Twitter o el iPhone no son inventos sino son reales.

¿Los escritores de ciencia-ficción están destinados a intentar imitar al mundo presente? ¿A anticiparlo, en una imposible carrera contra el tiempo? ¿A huir a galaxias «far far away» donde todo lo que inventan es más cercano a la fantasía que a la ciencia-ficción?

La misión actual de estos escritores es diferente y quizás es más importante. Sus libros son sondas de exploración, como las que se manda al espacio o al fondo de los océanos, pero hacia el interior de la propia realidad.

¿No vienen escribiendo desde hace años historias sobre tragedias ecológicas mundiales, sobre fragmentación de la realidad, sobre la tecnología dominando las relaciones humanas? ¿Quién tiene más justificación y experiencia en los temas que hoy nos preocupan que quienes ya los han sobrevivido y regresado para contarlos?

Una vez más estos escritores pueden ver en nuestro futuro, pero ya no para mostrarnos capacidades técnicas ni decisiones morales sino para que nos enfrentemos a la reacción de los seres humano frente a su propia historia, su propio futuro y sobretodo a la tecnología que los rodea. Estos libros son un espejo que nos muestra a nosotros mismos en situaciones muy parecidas a la que vivimos, con los mismos miedos y mismos deseos. Los escritores de ciencia-ficción ya han visto lo que nos depara en el recodo del camino, de todos los caminos, y antes de ir hacia allá al menos podemos sentarnos con un libro para ver cómo nos sentimos antes ese reflejo. ¿Es quien deseamos ser o quizás es en lo que tememos convertirnos.

La novela de William Gibson ZERO HISTORY no es ciencia-ficción porque usa Twitter y iPhones para la narración, sino porque enfrenta a sus personajes a situaciones que se encuentran a pocos pasos de nosotros para ver cómo reaccionan, al mismo tiempo que nos recuerda que estamos viviendo en un verdadero mundo de ciencia-ficción y que el mundo está lleno de sorpresas. Porque al final lo que siempre ha sido real con el género es que su objetivo es sorprendernos con la ciencia y mantenernos en vilo con la ficción.

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