EL TIRANO, de Harry Marcus


Presentamos el cuento titulado EL TIRANO, según Harry Marcus, inspirado en una pesadilla de hace 44 años. Fue publicado por primera vez en PRESENCIA LITERARIA de La Paz en 1966. Luego en la revista VISIÓN BOLIVIANA, La Paz, en 1968 Después salió en la colectanea de cuentos EL ABISMO DE ESTRELLAS, en 1977 y finalmente en la colección CONFIDENCIAS DEL VIENTO, en España, 2003.

EL TIRANO 


Autor: Harry Marcus
Mi amigo Antonio es aficionado a la parapsicología, al ocultismo y todo lo relacionado con las posibilidades latentes de la mente humana. Durante una de sus prácticas de meditación profunda tuvo un extraño sueño que registró en su libreta de apuntes y está firmemente convencido de que fue algo más que un sueño. Por mi parte, no me atrevo a formular una opinión definitiva sin antes reunir más elementos de juicio, pero cumplo ahora con el deseo de mi amigo, sacando a la luz pública el contenido de su libreta. Antonio tiene la esperanza de que entre los lectores haya algún historiador, arqueólogo o estudioso versado en culturas desaparecida, y que quizá pueda confirmar documentalmente si tuvo lugar en el remoto pasado un hecho semejante. He aquí el texto:

Hallándome en trance cataléptico auto-inducido, al filo de la madrugada me sentí absorbido por una irresistible fuerza magnética. Era como si me hubiese desdoblado para viajar en cuerpo astral a través del espacio y del tiempo, hasta ir a parar en pleno centro de un pueblo de la antigua Grecia.

Se trataba de un pequeño Estado perdido en el Peloponeso, llamado “Sofrópolis” o algo parecido, el nombre no se me grabó en mi memoria de manera muy clara y me extraña, pues todos los demás detalles los recuerdo con gran nitidez. Para mi asombro, vestía una túnica blanca como la mayor parte de sus habitantes y entendía perfectamente el dialecto griego que hablaban.

Al conversar con un grupo de sofropolitanos, me enteré de que se estaba fraguando una revuelta popular contra el gobierno, y el motivo de la rebelión me pareció muy curioso: no tenían quejas contra el sistema en sí, al que incluso calificaban de justo y equilibrado. Pero durante los quince años que venía durando el régimen en el poder, el gobernante no se dejó ver ni una sola vez, y jamás había revelado su nombre. Gobernaba por intermedio de varios ministros, quienes eran los únicos autorizados para llegar al centro del palacio: seis ancianos filósofos cuya autoridad nunca fue discutida por nadie.

Si surgía cualquier dificultad o problema, uno de ellos entraba a plantear el caso y luego salía a cumplir las órdenes recibidas.

Ocasionalmente, algunos ciudadanos comunes trataban por todos los medios ser recibidos en audiencia, pero no se les permitía rebasar ciertos límites. Eran obligados a esperar fuera, a pocos pasos de la entrada de la cámara central. A pesar de la cercanía, nadie consiguió escuchar voces: el misterioso jefe del Estado parecía susurrar al oído del ministro consultante.

Los rumores y las leyendas proliferaron hasta que la curiosidad y la crispación ciudadana se hizo insostenible. Ahora reclamaban el derecho de conocer a su líder, alterando así una larga tradición de equilibrio y moderación.

Empezaron a llamarle “El Tirano” y un buen día los sofropolitanos decidieron verlo mal de su grado, desobedeciendo las advertencias de los filósofos.

Ahora la muchedumbre avanza en dirección del palacio, y yo con ellos. La vanguardia marcha derribando estatuas, muebles y macetas sin encontrar ninguna clase de resistencia: el Tirano había ordenado a la guardia no usar armas ni violencia contra su pueblo.

Los insurrectos atraviesan varios corredores flanqueados por columnas jónicas, suntuosas graderías de mármol y amplios patios hasta llegar a un edificio central muy parecido a los templos de las divinidades olímpicas.

En silencio y casi de puntillas, rodean por completo aquel palacete que la mayoría nunca había visto antes. Pero ya sea por temor a lo desconocido o por el profundo respeto que profesan al gobernante, nadie osa pasar de los límites señalados con una franja de césped.

La brisa del atardecer hace ondular solemnemente la pesada cortina de la entrada. Del interior emana un silencio terrible y amenazador.

- Pedimos que salga y se presente ante nosotros para conocerle – se atrevió uno a gritar.

Los ecos reverberan y se apagan por las galerías del palacio y no hay respuesta. Tampoco puede distinguirse ruido de pisadas ni otros signos de vida. Uno de los ministros, venciendo el pavor general que produce aquel silencio de muerte, declara muy airado:

- No saldrá ahora ni nunca. Volved a vuestras ocupaciones.

- Si no quiere salir, entraremos nosotros – brama el cabecilla - ¿Quién me sigue?

A estas alturas ya me habían contagiado la curiosidad, de modo que entré con él y otros diez voluntarios. Pero a nadie encontramos en el recinto. Sobre una mesa hay expuesto un grueso libro forrado en cuero amarillo. Uno de nosotros aparta con su espada el mantel de seda negra que llega hasta el suelo, comprobando así que tampoco hay nadie escondido bajo la mesa.

- ¿Satisfechos? – pregunta en tono áspero uno de los ministros que aparece detrás de nosotros. – Ahí tenéis al Tirano – grita señalando al libro con dedo tembloroso de ira. – Ahí tenéis al que os gobernó durante quince años. A él acudíamos para consultar todo lo necesario para el buen gobierno de Sofrópolis. Fue el primer gobernante de nuestra historia que no os exprimió impuestos ni tributos elevados. Tampoco derrochó vuestro dinero en guerras, fiestas, viajes ni lujos innecesarios. ¿Qué habéis hecho, idiotas? Ahora se acabó el único régimen sobrio y justo que tuvimos, porque desapareció el mito que hacía posible esta forma de gobierno. Ya no podremos continuar así, porque todos se disputarán el derecho de consultar el libro y de interpretarlo a su gusto y antojo, tergiversando su recto sentido original y prostituyendo su diáfana doctrina. ¿Qué esperáis? Ved a preparar las elecciones de un gobernante de carne y hueso. Ahora sí que tendréis un verdadero tirano, como os lo merecéis por necios y curiosos. De poco o nada os servirá conocer su nombre y su imagen acuñada en las futuras monedas.

Y con este airado discurso aún sonándome en los oídos, desperté. Siento que ya no soy el mismo después de aquel sueño o lo que haya sido. A veces hasta sospecho que todo fue cierto, y me siento como la reencarnación de un griego revoltoso de otra época.

Ahora bien: sabemos que la Historia no lo registra todo y que muchas veces se confunde con la leyenda. ¿Existió realmente Sofrópolis y se desarrollaron allí los acontecimientos soñados por mi amigo? ¿Puede alguien aportar pruebas definitivas a favor o en contra?

REFERENCIAS
EL TIRANO, publicado en:
-PRESENCIA LITERARIA de La Paz, Bolivia, 18.09.1966.
-Revista VISIÓN BOLIVIANA La Paz, Bolivia, Nro. de Febrero-Marzo 1968.
-EL ABISMO DE ESTRELLAS, Editorial Canelas, Cochabamba, Bolivia, Diciembre 1977.
-CONFIDENCIAS DEL VIENTO, Editora Regional - España, 2003.

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