EL PORTAL, de Gonzalo Montero




EL PORTAL
Autor: Gonzalo Montero Lara

Están entre nosotros hace muchas, muchas vidas. No tienen tiempo ni forma definida, son solo esencias… es decir energía viva.

Daniel sentado ya entre voces de animados parroquianos reunidos para compartir la magistral chicha de la Maestra María, agasajado con el afecto natural de los sibaritas locales. Se sentó al fin después de inclinarse repetidas veces para estrechar las manos que se alargaban desde otras mesas. Al finalizar la dilatada ronda de salutaciones instintivamente llevó la diestra al interior del flanco izquierdo de la chamarra negra de cuero que lucía en esa ocasión, para asegurarse que ella permanecía ahí. Efectivamente… ahí estaba silenciosa pero presente.

Transcurrida la fase preliminar de la tradicional plática, con un recuento pormenorizado de los acontecimientos mas frescos de la pasada semana, acabaron anotando las faltas correspondientes a los eventuales inasistentes. Despejado el espacio destinado al ritual casi litúrgico del popular juego de la rayuela. Donde el honor es depositado en la habilidad para lanzar con puntería los tejos metálicos o monedas de tamaño y peso adecuado que después de lanzados deben posar en la caja; pisar la línea de doble puntaje o penetrar al hoyo negro que seductoramente abre su boca a los mejores o más afortunados jugadores. Vaciados innumerables baldes de chicha y otras bebidas espirituosas en sendas tutumas o vasos de cristal producto de entusiastas apuestas a los tiros, son proclamados los héroes de la jornada. Quedando algunos participantes durmiendo el sueño de los justos algunos participantes en el simbólico campo de batalla, los restantes en variados y divertidos niveles de borrachera. Los guerreros sobrevivientes de la singular contienda y los otros que no participaron del juego exigían al célebre quenista interpretar su apetecida música.

Daniel con gran ceremonia y deliberada lentitud abrió el cierre de su ropa, extrajo su instrumento. Era cilíndrico, grande , duro, abierto en ambos extremos. Uno de ellos en forma de boquilla adaptada para soplar. Habían siete perforaciones en el tubo de caña, seis en el dorso y otra horadada en el vientre. Pasado el efecto hipnótico de la visión, los circundantes rápidamente solicitaron sus piezas musicales favoritas. Las melodías preferidas eran de aire valluno, especialmente cuecas de moda. El artista desdeñando sutilmente todas las opiniones comenzó a tocar la pieza musical ”Vírgenes del sol”, donde la maestría para la ejecución de la quena era simplemente asombrosa. Los tonos armonizaban la melodía andina haciendo vibrar el alma de la concurrencia. Posteriormente se dio a la tarea de complacer a todos entre copa y copla, hasta que las velas languidecieron y no pudieron arder más.

Al final llegó el momento de la tocata y fuga. Simplemente abandonó el cuasi desierto campo de combate donde yacían inertes botellas vacías, colillas de cigarro y clientes durmiendo pesadamente.

Una de las tantas noches calcadas de las anteriores, matizadas de alguna que otra novedad , caminaba el quenista por las veredas de la plaza principal de su pueblo. Llegada la media noche prácticamente desierta. La luna llena se veía magnífica suspendida en la oscura melena de la noche. Se detuvo un momento para contemplar el frontis de la iglesia colonial con el portón cerrado luciendo las dos torres de piedra. En las galerías circundantes dormían enroscados indigentes , mordidos por el frío.

El pensaba en ese instante:

— El párroco debe estar durmiendo, en una blanda cama caliente, mientras los pobres hacen méritos al hielo para entrar al cielo. Volvió la mirada al templo y con sorpresa observó entreabiertas las hojas de la puerta. Instintivamente se dirigió a ella, deteniéndose en el dintel y mirando a los lados asomó tímidamente la cabeza al recinto para preguntar.

-- hay alguien ahí —resonó su voz con cierto eco en el amplio recinto de la nave central.

— Pasa Daniel—respondió una dulce voz.

El se quedó estupefacto mientras observaba a una bella dama ataviada como la virgen católica venerada por la población sentada en una de las bancas de madera. No lucía sus joyas ni la fastuosa corona de rubíes, tampoco cargaba al niño cachetón de pelo dorado, pero sus ojos verdemar levemente separados enmarcados por una corona radiante de finísimas pestañas tan obscuras como su cabellera lacia, le envolvieron con una diáfana mirada , radiante de amor cósmico suavizado por un velo platinado de tristeza .

Alejado el temor , reforzada la curiosidad atendió la invitación caminando algo inseguro hacia ella olfateando un a intensa fragancia a flores. Escuchó la puerta cerrarse imperceptiblemente a sus espaldas..

— Vamos siéntate—le reiteró cálidamente.

— Eres la vir….

— Si

— En realidad soy…. en tu lenguaje sonaría algo así como Gaia

— Como que en mi lenguaje, acaso…
— Efectivamente no soy precisamente de aquí--¿De Quillacollo?
—No… de la Tierra.
— ¡ Por supuesto eres del cielo!, le dijo tratando de postrarse de rodillas sintiéndose iluminado, en presencia de una divinidad.

— De cierto modo soy del cielo, pero no del que supones.

— ¡ Tú eres la madre de Jesús!—le gritó genuflexo con lágrimas en los ojos.

— El que conoces como Jesús era miembro de una anterior misión que ya concluyó.

— ¡Misión?—el silencio del ámbito concedía una ambiente de misterio al diálogo.

—Claro que era hijo de Dios y se hizo hombre para…

— Efectivamente, todos somos hijos de Dios

— Pero…— titubeaba mientras se incorporaba lentamente con expresión azorada.

— O sea tú, digo ustedes son… de otro mundo.

— Somos de otro mundo pero estas en él —le respondió con absoluta seguridad.

-- No te esfuerces en tratar de comprender, por que simplemente lo recordarás…en otras circunstancias.

Nuevamente intranquilo, pensaba en los miles de fieles peregrinos que acuden al santuario anualmente

—No te preocupes, esa masa de gente produce energía aprovechable.

— Aprovechable para qué—señaló cerrando parcialmente los párpados con mirada de sospecha.

— Para fortalecer el eje energético andino antes del gran cambio.
—¡Cambio?—musitó sin darse cuenta que se aferraba fuertemente a la banca.

— Hemos ingresado a una fase cósmica de cambios, donde la misión es proteger la diversidad de la vida del planeta tierra.

— Bueno amiga… si te puedo llamar así, ya que no eres la Virgen y tienes tan buenos propósitos para nuestro planeta podrías decirme… ¡ Que pito toco yo en todo esto .

— Tocas la quena —señaló amablemente. Sin dejarle intervenir luego aclaró:

—Para llegar aquí debemos atravesar un paso entre nuestros mundos, es una especie de puerta, conocida como ventana , xendra o portal interdimensional.

Su apertura no es fácil, depende de muchas situaciones que debemos controlar.

—Insisto—replicó, lleno de aplomo.

—¡Cuál es mi papel en esto¡

— Todos nosotros estamos formados por energía vibrante a diferentes frecuencias, las cuales determinan la naturaleza de todo.

— Pará , pará… ¿ Somos vibraciones?

— Por cierto… somos como una melodía universal formada por diferentes clases de notas. Tú sabes, bien

— Yo podría ser un bailecito y tú puedes ser una cuequita…--Comentó irónico.

— Somos parte de una gran obra de arte cósmica, por tanto todos somos parte del diseño

—Ya caigo—entendió Daniel—no les interesa que sea ingeniero sino músico.

— Así es.

— Porque requieren de mi si ustedes están tecnológicamente muy avanzados… supongo.

— Es cierto, te explicaré. Necesitamos teletransportar algunas esencias para ayudar al control del problema que ustedes llaman “efecto invernadero” y otras catástrofes que el hombre ha ocasionado, las cuales destruirán inevitablemente el planeta a corto plazo.

—¿Qué son esas esencias?—inquirió interesado , rascándose la cabeza

—Las esencias somos nosotros.

—¿Ustedes?

—Sí, esencias…inteligencias universales, que deben conectarse con las suyas.

—Cómo puede ser eso.

—Exactamente como lo estamos haciendo contigo — las imágenes del templo guardaban un silencio cómplice y los ángeles custodios del altar cuya respetuosa actitud recordaban nítidamente el grabado sobre la estela principal en la mítica puerta del sol de Tiahuanaco.

— Todo está bien, pero ¿que pito toco yo en todo esto?

— Puedes abrir el portal interdimensional.

— De que manera — Preguntó con aplomo.

— Tocando la quena.

— ¿Tocando mi quena y farreando? – comentó irónico y añadió.

— Porque sabrán ustedes que soy chupaco… es decir bebedor.

— Si, conocemos perfectamente tu condición. La cual es una ventaja para nuestro propósito.

— Cómo puede ser una ventaja ser borracho para abrir una puerta a otros mundos – mientras hablaba evocaba imágenes de dilatadas tertulias regadas con abundante alcohol y música.

— Tú perteneces a un grupo que los conocen como “cerebros astillados” como los definió Celso un dedicado escritor del valle. El alcohol en algún momento altera la vibración molecular de tus células cerebrales estableciendo contactos poco usuales en tu especie, entre el llamado cerebro emocional y el racional. Cuando esto se produce se vuelven permeables a la influencia de otro tipo de energías y entidades.

— Como estoy algo tomadito y llevo mi quena en el bolsillo, puedo abrir la puertita… en este preciso instante…

— No, no es así. Se deben crear condiciones especiales para el flujo de energías y para ello debes cumplir algunas instrucciones precisas. No es posible abrir la ventana cualquier momento, tiene que ser a la media noche de la siguiente luna llena. Tendrás que tocar perfectamente la melodía del “Cóndor pasa” en un lugar al cual te conduciremos oportunamente.

— ¿Por qué “el Cóndor Pasa” precisamente?

—Su melodía contiene las vibraciones exactas.

—¿Exactas para qué?

—Para separar los sellos energéticos del portal.

—¿Otras melodías funcionan? por ejemplo “El Manchaypuyto”

—El Manchaypuyto, abrió un portal pero a un inframundo.

—Y si me negara — replicó algo temeroso por la información que no presagiaba nada bueno. Endureció sus facciones mientras un obstinado silencio flotaba en el ambiente.

— Entorpecerás el salvamento de la Tierra.

—¡Mierda¡ —exclamó suavizando su expresión. Dejaré de tomar desde hoy.

— No es necesario. Ya te lo expliqué. Eres un cerebro especial, adecuado para esta tarea. Con referencia a tus juegos de bar, estos también son influidos por nuestras esencias.

— No me dirán que la rayuela…

— El vuelo estelar de la moneda, conducida por la pericia del lanzador, para penetrar al hoyo, enseña la necesidad de cultivar habilidades para ingresar a otras dimensiónes que están paralelas a esta.

— ¿El sapo?—sus ojos revelaban picardía, mientras su interés por el tema crecía como un turbión a punto de desbordar.

— Representa el destino de toda existencia—explicaba con absoluta tranquilidad, sin dejar de mirar fijamente a su entusiasmado interlocutor-- Todo retorna al ser representante de la esencia terrena, la que ustedes conocen como Pachamama. De manos de los jugadores despega el juego, todo se recoge nuevamente par reiniciar otro ciclo y retornar al origen

— ¿Y el cacho?—preguntaba rápidamente aprovechándose del mundano tema.

— Todos estamos formados por los mismos elementos con distintas marcas o numeración si prefieres, así como los dados, todos están contenidos en un universo, en este caso sería el cubilete donde el eterno movimiento nos combina en forma constante cumpliendo nuevos ciclos de creación destrucción creación.

— ¿Por qué la quena y no la flauta el piano o el violín?

—La quena es un cilindro perfecto, como una cuerda galáctica de textura viva inigualable, tiene siete orificios que representan la escala de siete superuniversos dentro los cuales estamos nosotros. Cuando es tocada adecuadamente alcanza las tres octavas requeridas para mover la estructura vibratoria del portal. No te olvides de nuestro compromiso. – Reiteró la esencia poniendo en su palma una piedra azul la cual en contacto con su piel brillaba intensamente.

Despertó sobresaltado, aliviado de estar vivo, festejando interiormente la ensoñación que tuvo. Despegó de la cama y entre las arrugadas sábanas, observó una brillante piedra azul. Era la misma del sueño venciendo el temor que lo paralizaba rozó el objeto e inmediatamente emitió un fulgor azulino. Calzándose unos guantes de cuero de res guardó el espécimen en una fina bolsita de corambre repujado colocándola en un pequeño arcón de madera con arabescos, junto a sus relojes de pulsera . Mirando el calendario vio marcado con un círculo rojo el 15 de agosto, día de luna llena. Un estremecimiento le sacudió las entrañas por breve tiempo. Tomó su quena con deliberada lentitud. La dejó sobre la mesita de noche mientras buscaba una antigua partitura en una montaña de papeles. Casi sin mirar los pentagramas llenó el ámbito con la bellísima melodía del Cóndor Pasa. El tañido de las campanas de la iglesia de San Ildefonso, le retornó a la realidad, guardó su instrumento con reverente delicadeza hundiéndose luego en el polícromo gentío que atestaba el pueblo de fiesta.

Daniel transitaba apenas entre el denso bosque humano cada un tramo contenía un aroma diferente. Sudor, comida, música, voces, petardos, incienso. Danzas con ecos milenarios entrelazadas con ritmos de vivo erotismo mostrando los giros voluptuosos de los cuerpos ofrecidos palpitantes a la vida. El bien y el mal en bíblica contienda, con ángeles y demonios saltando ágilmente en las calles. Comidas fermentadas por el agobiante calor exhibidas junto a montañas de mercadería para saciar el apetito voraz de las celebraciones. Todo esto estructuraba una especie de gigantesca serpiente de coloridas escamas humanas deslizándose viscosa sobre las ensuciadas calles del poblado. No había un solo local vacio, pero la popularidad de su talento era una llave mágica que pronto le permitió posarse en una reunión de amigos. Luego organizaron juegos populares, donde la rayuela nuevamente resultó la predilecta. A las diez de la noche, inicio la retirada. El perfil de las calles lucía diferente, algunos parroquianos colgaban como títeres inanimados de sus pesados y vacios sueños en las bancas de la plaza. A esa hora el ambiente era fundamentalmente urinoso, pero en algunas atalayas de bandera blanca, el aroma a chicha entraba al alma por vía aérea. Llegó a su domicilio donde ingresó furtivamente evitando eventuales visitantes, luego sorteando la vigilancia del perro centinela, quien con la panza notoriamente satisfecha se limitó a batir la cola de mala gana. En su aposento se lanzó pesadamente a la mullida cama, donde rápidamente le fue invadiendo un pesado sopor. Ingreso en un estado que mas tarde lo calificaría como un sueño lúcido. En ese estado de conciencia, una solicitud sonó en su cerebro…”agarra la piedra azul… agarra la piedra azul…agarra …—y él la sacó de la bolsa donde la guardaba tomándola con movimientos casi estereotipados, como en un estado de profundo trance hipnótico. La piedra como podrá suponer el lector brilló, intensamente envolviendo al semidormido quenista, quien se despabiló sentado en la oscura ladera de un cerro cuya topografía era totalmente familiar:

—Es Cotapachi –pensó inmediatamente, sentado sobre el cimiento circular de una colqa—luego se incorporó rápidamente. Un profundo olor a rosas invadió su sentido …por supuesto ella estaba allá con sus bellos ojos verdemar. Admiro su piel de durazno maduro con los suaves pómulos sonrosados…era la vir…digo Gaia, de pié apoyada sobre un cántaro de arcilla cocida.

—Hola, sé que estuviste practicando la melodía convenida — le habló con voz suave.

—Toda promesa es deuda— contestó mirando fijamente a sus ojos donde descubrió que los iris de la preciosa aparición eran un conglomerado de estrellas que se movían armónicamente formando galaxias de variadas formas alrededor de los hoyos negrísimos de las pupilas.

Repuesto de la impresión al contemplar esos ojos estelares, preguntó que debía hacer:

—Falta muy poco para la medianoche, debes tocar la melodía con todo sentimiento, colocando el extremo del instrumento al interior de cántaro.

—¿Dentro de cántaro…como el cura del Manchaypuyto?
—Así es, pero tú abrirás una puerta diferente, un portal a esferas superiores.

—¿Sucederá igual que en la película ”Encuentros Cercanos de Tercer Tipo” de Spielberg?—le preguntó concierta pedantería, animado por su ahora ya inevitable protagonismo.

—No por supuesto que no sucederá así. Diríamos que el evento será en otros términos… más humilde.

La Luna estaba esplendida su faz mostraba mares desecados, contorneados de cráteres, cadenas montañosas, restos de alguna desaparecida civilización apenas identificable. Los reflejos del cuerpo celeste penetraban por la boca del cántaro, iluminando el interior con su luz de plata.

—Ahora, toca como tú sabes hacerlo—ordenó Gaia.
Después de vibrar los primeros acordes, la luz de plata comenzó a girar lentamente al principio, luego vertiginosamente dentro la vasija, produciendo posteriormente destellos los cuales fueron, concentrándose en un punto deslumbradoramente luminoso, que se dirigió a la pared de la vasija, el lugar de contacto que se puso incandescente y terminó abriéndose paso al exterior con su suave chisporroteo.

—Se está abriendo el portal —del punto ígneo brotaron dos chispas de color índigo las cuales animadas por una misteriosa fuerza penetraron a los sendos ojos de Gaia los cuales tomaron el color diáfano de cielo.

—Gracias Daniel.

—De nada…—contesto aun temblando por la experiencia— pero ¿qué son las chispitas azules?… ¿Son las esencias?

—No, no son ellas, precisamente ellas nos enviaron el diseño de un hombre nuevo…observa atentamente mi ojos.

—Hay unas espirales, parecen arbolitos de navidad que se mezclan con las estrellas.

—Son las moléculas de la vida de un ser humano dotado de nuevas habilidades y sentimientos con la difícil misión de reconstruir la Tierra y preservar la vida.

—¿Tenemos otra oportunidad?

—Efectivamente—una nube ensombreció la luna, mientras la figura de la dama se difuminaba, hasta quedar suspendidos en el espacio solamente dos puntitos índigo que se alejaron raudamente hasta perderse en el infinito

No, no apreciado lector, no hubo ningún sueño ni sopor, Daniel después de comprobar la presencia de una minúscula perforación en una zona intensamente calcinada del cántaro en cuestión, emprendió el retorno al pueblo en fiesta, agarrado de su quena, mientras su corazón renovaba la fe en el hombre. Despuntado el sol del alba anunciada por el tañido electrónico de las campanas, Daniel se vistió presuroso, con el propósito de traer el cántaro del cerro. Guardó en el bolsillo de su chamarra la bolsita de cuero con la piedra azul, cerciorándose con el tacto de su presencia. Encendió sin mayores dificultades el carro, dirigiéndose a la zona arqueológica donde se desarrollaron los inquietantes acontecimientos. Después de bordear la reseca laguna, dejó el carro parqueado al final de la ruta, concluyendo el recorrido caminando. Identificado el lugar, no divisó el recipiente, en su lugar estaban esparcidos pedazos de un viejo cántaro, pero ninguno mostraba las huellas de la calcinación ni la diminuta perforación. Acicateado por un extraño presentimiento, abrió la bolsita de cuero, de la cual rodó un callado cascajo gris.

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