Giovanna Rivero y su novela de “aura gótica”



Entrevista a Giovana Rivero
Por: Martín Zelaya, 
Fuente: Letra Siete, Página Siete

No aparece, en esta conversación con Giovanna Rivero, la clásica pregunta “¿de qué trata tu libro?”. ¿Entrevistar a una escritora por la aparición de su nueva novela y no profundizar en ella? Tampoco es así del todo. Sabemos, porque otras interrogantes llevan a ello, que 98segundos sin sombra es un retroceso a los años 80, y que está narrado en primera persona por una intensa y terrible adolescente. ¿No es acaso suficiente? Pues creemos que sí, aunque casi no se puede esperar la llegada a nuestras librerías de la edición de Caballo de Troya (España) o que alguna editorial local la reedite pronto para disipar más curiosidades y disfrutar de la lectura.
Mientras tanto, si algún dato más es necesario, los editores señalan en el texto de contratapa de la edición que hoy se lanza a la venta en España y Argentina: “Estamos en la cúspide de la década de los ochenta, Genoveva, la protagonista y narradora, tiene 16 años, estudia en un colegio de monjas y vive, como ella dice, en el “Culo del Mundo”, en un pueblo que se ha convertido violentamente en ciudad y donde la modernización ha llegado de la mano del narcotráfico”.

En la conversación con la autora cruceña afincada en EEUU, aprovechamos además para conversar sobre el panorama de las letras nacionales y los suplementos literarios, a propósito esto último de este viaje que LetraSiete inicia precisamente hoy.

- Sin saber casi nada de 98 segundos sin sombra, al leer la reseña de la editorial se viene a la cabeza Jonás y la ballena rosada,de Wolfango Montes
Me gusta el vínculo, pero creo que aunque ambas novelas instalan sus relatos en los años 80, en pleno auge de pichicata como esquema social siniestro, sus aproximaciones a esa problemática son muy distintas. En 98 segundos sin sombra el enfoque existencial de esa realidad que se yuxtapone y pervierte la vida un pueblo lo desarrolla una adolescente, Genoveva, el personaje central. Pero sí, es posible que esta novela dialogue con Jonás desde una distancia temporal, de percepción histórica y generacional, pero sobre todo desde distintos lugares emocionales.

- Me parece que siempre hay algo de un autor en cualquiera de sus textos, desde detalles mínimos hasta episodios autobiográficos. ¿Cuánto de Giovanna hay en la Genoveva que narra en primera persona?
Más que reconocer ciertas marcas autobiográficas, prefiero responder a esta pregunta desde la mirada y, quizás, la memoria. Si bien es cierto que esta novela es una respuesta que gesté durante largo tiempo a esos años hermosos pero llenos de desazón de mediados de los 80, cuando me tocó ser adolescente, y por consiguiente pude nutrir el relato con emociones, sucesos, dramas de entonces, lo que me interesaba conseguir en esta escritura era, más bien, un viaje inexcusable a esa década.
Recuperar, es eso, recuperar la electricidad, la música, el dolor, la ingenuidad, el enorme peligro, la muerte lenta de la izquierda de nuestros padres, el fanatismo religioso híbrido que se mezclaba con
otros fanatismos. Es decir, más allá de un cierto nivel autobiográfico, si lo hubiera y en el que además es imposible confiar, lo fundamental es que esa supuesta y engañosa referencialidad funcione sólo como un recurso para ver algo más grande y colectivo. Eso es lo que quería y creo que lo he conseguido. La primera persona es una decisión literaria y ontológica porque Genoveva, de alguna manera, está casi todo el tiempo cuestionando el mundo desde su íntima ética en formación.

- Desde tus primeros cuentos hasta tu más reciente novela se nota que buscas, si no experimentar, sí al menos innovar, explorar con el lenguaje. ¿Con qué novedades técnicas o estéticas nos encontraremos en esta novela… por ejemplo similitudes y diferencias en relación a Helena 2022?
Con Helena quise, en efecto, jugar a conectar, por medio de muchas prótesis tecnológicas y “científicas”, un momento que me parece fascinante del nacimiento de la modernidad, cuando se nos cae el ego al saber que no éramos el centro del universo, con otro momento de extravío, que se ubica justamente en las antípodas: saber que no somos el centro del universo ni de nada, ser muy jóvenes y tener que construir una subjetividad más o menos funcional con esa “fractura original”. En Helena trabajé más en un plano lúdico y es aún una historia incompleta o, mejor dicho, abierta, a la que le daré continuidad en algún momento. 98 segundos sin sombra está definitivamente en otra longitud de onda. Si bien en su universo también uno puede toparse con muchas alusiones a la ciencia ficción que cundió el imaginario popular en los años 80, porque era concomitante con un sentimiento de apocalipsis que entonces era más festivo que fatal, muy diferente a lo que nos pasa ahora, esta novela se mueve en un enclave histórico específico y los personajes están, de hecho, encerrados, asfixiados, por la terrible sensación de que el dichoso futuro puede tardar mucho en llegar. Creo que hay un aura gótica que cubre este relato, pero es eso, un aura.

- En relación a la Ganímedes (“una civilización salvadora”) con la que sueña la protagonista, te hago una pregunta en dos partes: ¿sigues en la línea de la ciencia ficción? y, tomando en cuenta “tú Helena”, Iris, de Edmundo Paz Soldán, y otros ejemplos ¿será que los escritores bolivianos se interesan cada vez más en explorar un eventual futuro distópico, lejos de tratar de desentrañar los problemas políticos y sociales pasados o actuales, como era casi obligatorio hasta hace tres o cuatro lustros?
Te respondo comenzando por la segunda parte: la ciencia ficción es algo que me apasiona mucho, la libertad que le permite al escritor es magnífica, pero al mismo tiempo un desafío porque uno puede administrar mal ese bono extra de libertad. No es fácil nadar en esas aguas. Por eso me parece súper positivo y prometedor que más escritores bolivianos estén trabajando con el género y que gente como Iván Prado Sejas, Miguel Esquirol y otros tengan la voluntad y determinación de pensar sus alcances en nuestro campo cultural. No creo que esas distopías estén lejos de los conflictos históricos, o faciliten una fuga, sino que corren paralelos a ellos e iluminan lo que muchos relatos históricos se han empeñado en ocultar. A veces el discurso o narración de la llamada “historia oficial” es de por sí una distopía conveniente porque simplifica o deforma la complejidad de los hechos “reales”. Mi última novela no pertenece al género de la ciencia ficción, pero cuando me lo preguntan y digo “es una novela realista”, siento que hay algo que me es insuficiente en esa categorización. Probablemente porque la voz narrativa es la de una adolescente y ya sabemos que en ese momento, el de la adolescencia, la realidad se desdobla sin dividirse en apariencias, sino más como si hubiera muchas dimensiones materiales que el chico o la chica debe afrontar cada día. Una especie de psicosis temporal que forma parte de ese “adolecer”. Esa sensibilidad es la que quise construir en esta novela. Ganímedes, los ovnis, la transmutación y otras alusiones forman parte de las desaforadas promesas políticas, religiosas y emocionales que tensionan a los personajes.

- Igual que vos, varios jóvenes autores bolivianos están publicando y son reconocidos en otros países. ¿Será que al fin se abren al mundo las puertas de la “encuevada literatura boliviana”?
Definitivamente sí. Esto no significa que ahora el camino será fácil, pero creo que radicalizarnos en un pesimismo cómodo no lleva a ninguna parte. Hay que seguir empujando esa puerta. Aparte de los propios libros que se van haciendo camino en otras esferas, creo que la crítica, por pequeña que sea, puede hacer un trabajo significativo. El modelo argentino de retroalimentación cultural es un ejemplo de éxito: genera conversación, exigencia, criterios serios y creíbles de lectura y calidad y va armando un “capital” compacto que respalda al escritor.

- Con esta entrevista inauguro un nuevo suplemento. ¿Según vos, qué rol juegan los suplementos, las revistas literarias hoy en día, en tiempos de la web, en relación a su papel hace dos o más décadas? ¿Tienen aún esperanza frente a los blogs el Facebook… qué deben cambiar, innovar para ser todavía útiles?
Evidentemente, no sólo las revistas o suplementos literarios han debido cambiar vertiginosamente, sino el periodismo escrito en su totalidad. Hace dos décadas el lector pensaba que en sus páginas podía encontrar la verdad absoluta, salvo casos de control político, claro, cuando esa verdad se teatraliza. La virtualidad ha modificado todo. Pienso ahora en una carta que Almodóvar le escribió a Rajoy recordándole que la violencia de las calles podía ser documentada y narrada por cualquier ciudadano que tuviera un celular, que no se confiara, pues ahora era imposible atrapar una sola edición de las cosas. Podríamos, entonces, volcar esa premisa y decir que la esperanza de los suplementos literarios reside en cuán penetrante y creativa pueda ser la mirada con la que hacen la edición de lo que ocurre contradictoria e imparablemente. La edición y el discurso que coloca algo en la escena y cómo eso incide en la realidad, es ése el valor diferencial que uno como lector navegante busca. Si el Facebook o los blogs están repitiendo las mismas cosas, los mismos elogios o críticas fragmentarias, necesitamos que los suplementos se atrevan a abrir otras ventanas. Libros, lecturas, autores.

- Cuéntanos un poco de la Giovanna lectora: ¿qué libros leídos en los últimos meses, o par de años, te gustaron especialmente… y por qué? (digamos un par de autores bolivianos y otro de extranjeros).
De los libros bolivianos más recientes que he leído me han gustado varios: La región prohibida , de Fabiola Morales, por su elegancia y los temas que aborda: migración, distancia. El perro en el año del perro, de Alejandro Suárez, una prosa urbana a medio camino entre el cinismo y la melancolía; Iris, de Paz Soldán, por sus múltiples capas de lectura, es toda una galaxia; La última pieza del puzzle, de Guillermo Ruiz, por sus personajes tan intensos; Hablar con los perros, de Urrelo, una novela fascinante que confirma su lugar indiscutible en el género negro, y La composición de la sal, de Magela Baudoin, que está todavía inédito pero sale pronto, un volumen de cuentos muy bien trabajados, prosa elegante, casi clásica. De la ficción extranjera que he leído últimamente subrayo Sangre en el ojo, de Lina Meruane, una novela bella y brutal sobre cuánto de lo que vemos es real; El viento que arrasa, de Selva Almada, a medio camino entre la ternura y las a veces incomprensibles pasiones masculinas; El adversario, de Emmanuel Carrère, una crónica criminal sobre la impostura y el autoengaño en las que cualquier ser humano puede meterse; y Poderes terrenales, de Anthony Burguess, apasionante, inmensa, desafía todos los moldes morales y religiosos.

Fuente: http://paginasiete.info/web/20140220/letrasiete/index.html

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