Inmediatamente
después de la Segunda Guerra Mundial, Europa hizo todos los esfuerzos por
intentar construir una Europa unida. Sin embargo, los interminables pasillos
del laberinto de poderes, menores y mayores, que involucra este proyecto, hacen
que la nave sea verdaderamente difícil de construir.
Si vemos a
grandes pasos la evolución sostenida de este proyecto, veremos que la Comunidad
Económica Europea que nace a partir de otras acciones comunitarias formadas ya
en 1951, concluyó en 1992 con la llamada Unión Europea (UE).
Esta
evolución pasó por cambios dramáticos, que finalizaron viabilizando la elección
directa del Presidente del Consejo y del parlamento europeo, el Acuerdo
Schengen, unificando pasaportes y visas, y la creación del Euro. Esto produjo
un crecimiento acelerado de países adherentes, contándose con 28 miembros hasta
el día de hoy.
Sin embargo,
muchos avatares han sacudido a esta singularísima propuesta. Por una parte, los
errores naturales del crecimiento acelerado, que no han podido conseguir que su
Banco Central Europeo amplíe sus atribuciones incorporando las materias fiscal
y financiera. Asimismo, la disparidad de realidades, acelerada por la incorporación
de los países del Este.
En ese
contexto, el cuidadoso sistema de aproximación y la precaución que se toman los
países miembros entre sí, han creado un vacío de decisiones ágiles y directas
que podrían corregir errores de ruta a tiempo, notándose la falta de un
administrador definido y decidido. Esto sin contar el conflicto de intereses
que resulta de la membresía que significa la UE y las necesidades que demanda
la casa. Este dibujo le quita peso internacional, y evita resolver los
problemas emergentes de este difícil parto.
A resultas
de aquello, se ha desarrollado el referendo para promover el brexit, o mejor, la consulta para el retiro
del Reino Unido de la Unión Europea, que tuvo un apoyo de más del 50% de votos.
El Reino
Unido, recién aceptado en 1972, lo hizo luego que, en dos oportunidades, 1961 y
1967, solicitase infructuosamente ser admitido en la Comunidad Económica Europea,
por reticencias y dudas de Charles De Gaulle, presidente de Francia. Es pues al
menos curioso que el Reino Unido haya promovido hoy un referendo para decidir
su retiro de la Unión Europea.
Se han
esgrimido argumentos mostrando los niveles de migración al Reino Unido, y el
fantasma de la entrada de Turquía en la Unión Europea.
Mientras
tanto, los números nos dicen que el Reino Unido está vinculado con los Estados
miembros de manera muy favorable. Así que parece que tiene mucho más
para perder que ganar económicamente en este entuerto. Es posible que su
proyecto, y lo dejan ver, sea mantenerse fuera de la Unión Europea, pero con
los beneficios del comercio común. El futuro no parece muy claro. No solamente
por el funesto antecedente de contar con un país que no es miembro y que se
beneficia de la UE sin respetar sus reglas, sino porque el propio brexit ya ha despertado a las fuerzas
contrarias al proyecto dentro de los países miembros tales Francia e Italia.
Esta incierta situación deja mal parados a los mercados,
y el planeta todo está sufriendo las consecuencias de la crisis. Acaso
solamente sea el dolor de nacer, y se resuelva adecuadamente, para bien de
todos.
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