Por
Cristián Londoño Proaño
Muchas personas conocieron el nombre de
Philip K. Dick en los créditos finales de Blade Runner, la película
ochentera de Ridley Scott, que fue una adaptación cinematográfica de su novela
«¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?». Otros quizás leyeron una, de
sus más de treinta novelas, llamada «Ubik», que en el 2005, la revista Time
Magazine puso entre las 100 novelas de todos los tiempos. O quizás
leyeron su novela «El hombre en el castillo», considerada una obra
destacada del subgénero de la Ucronía. Estoy convencido que no quedaron indiferentes
y consideraron que Dick fue un autor delirante, porque las imágenes
de sus novelas son psicodélicas. No se equivocan. Hay que considerar que Dick
sufrió de paranoia y consumió drogas como las anfetaminas y el LSD. Permanecer
en ese estado alterado de la realidad, seguramente, tocó su obra. El
mismo autor confesó en la revista Rolling Stone en 1975 que muchos de sus
libros escritos hasta 1970 fueron hechos bajo influencia de las anfetaminas.
Dick
tiene un nivel grande en comparación con otros escritores de su generación. En
el prólogo de Exégesis, el diario íntimo de Philip K. Dick, el escritor
Jonathan Lethem comenta: «Ellos estaban escribiendo sencillas fábulas, por más
que no quieran admitirlo. Pero Dick se ocupó de manera distintiva y directa de
la resaca de terror y lo irracional en la sociedad contemporanea tecnológica.
Este fue el motivo por el cual la ciencia ficción empezó a ser importante.
Porque se enfrentaba con el hecho de que estamos viviendo en una Era
tecnocrática en la cual las artes tradicionales, literarias y demás, no tenían
mucho que decir sobre esto, no encontraban un vocabulario para reconocer la
velocidad de cambio en la vida cotidiana».
Hay que considerar que Dick fue un crítico fuerte
en contra del capitalismo y la sociedad de consumo. Muchos de sus relatos y
novelas retratan sociedades regidas por organizaciones opresoras. Tuvo ideas de
izquierda, se opuso a la Guerra de Vietman, lo que le provocó que el FBI lo
fichara. En una entrevista en «The Library of America» al
escritor Jonathan Lethem acerca de Philip K. Dick, el menciona
que: «Robert Sheckley, Frederick Pohl, Cyril Kornbluth, William Tenn, y
un número de otros escritores estaban empujando a que la ciencia ficción
tuvieron una función de sátira y crítica social. Ellos usaron la sátira para
exponer las trampas, las paradojas y la perversidad del consumismo
capitalista». En esto Lethem no se equivoca. Consideremos la obra «Mercaderes del espacio»
de Fedrerick Pohl y Cyil Kornbluth, que critica amargamente la sociedad
capitalista de consumo y la publicidad como herramienta de persuasión.
Desde mi punto de vista, Dick no tiene una
prosa bien cuidada. En su época, muchos críticos le recriminaron sus
«crímenes literarios». Tal como lo cuenta Jonathan Lethem: «(Dick) Estaba
escribiendo con un tipo de intensidad visionaria personal que no tenía tiempo
para algunas de las sutilezas, algunas de las dudas y las revisiones que podría
hacer un escritor literario». En esto acoto que Dick tiene un estilo disperso y
caótico. Tiene un radicalismo en su obra que bordea lo experimental. Para
Jonathan Lethem «el radicalismo en su trabajo no funciona en la forma en
escritores o críticos suelen pensar como estilo, es decir, las decisiones
tomadas frase por frase. Pero hay un radicalismo formal de su trabajo, en la
forma en que estructura sus novelas, la forma en que compuso escenas, la forma
en que avanza historias, la forma en que confunde tipos diferentes de material,
tonos diferentes, como la desesperación y sátira. (...) No es exactamente lo
que uno normalmente piensa como un estilo. Es más una cuestión de forma y el
motivo».
Las obras de Dick tuvieron un tinte filosófico.
Muchas de sus obras nos plantean preguntas de la realidad perceptible y su
fragilidad. En Exégesis, Philip Dick confiesa que: «Soy un filósofo que
ficcionaliza, no un novelista; mi habilidad de escribir cuentos y novelas es
utilizada con el fin de dar forma a mis percepciones. El centro de mi escritura
no es el arte sino la verdad. Por lo tanto lo que yo cuento es la verdad, y sin
embargo no hay nada que pueda hacer para aliviarla ni por hechos o
explicaciones. De todas maneras esto suele darle ayuda a un tipo de persona
sensible y atormentada por el cual hablo. Creo que entiendo el ingrediente en
común en ellos a quienes mi escritura les ayuda: ellos no pueden atenuar sus
propias sospechas sobre la irracional y misteriosa naturaleza de la realidad. Y
para ellos el corpus de mi escritura es un largo argumento acerca de esta
inexplicable realidad. Es una integración y presentación y análisis y respuesta
e historia personal». Como Dick lo menciona, el mismo autor atormentado
por su inestabilidad, sus emociones y su percepción se pone a dudar de la
naturaleza de la realidad. Basta leer una novela como «Tiempo desarticulado»
para comprender las paradojas de la realidad y lo que Dick dudaba de lo que era
real. Para Dick, la realidad puede ser un gran teatro, un set de
televisión, donde se disfraza la realidad como algo que entendemos como cierto.
Philip Dick fue un autor complejo, que aborda desde
varias aristas temas muy cercanos a nuestra contemporaneidad. Se adelantó en
tiempo a plantear los temas de las realidades paralelas. Fue un crítico afilado
contra el sistema capitalista. Quizás está misma lucha contra el sistema hizo
que éste le castigara y no le diera en vida, todo el reconocimiento que se
merecía.
Fuente: http://www.cristianlondonoproano.com/#!LAS-REALIDADES-DE-PHILIP-K-DICK/c1q8z/A9D17F34-81FA-47BE-B442-B017CD0C40F7
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