DE LA TURQUESA Y EL SOL.
Luis Cabrera Delgado
Escritor de literatura infantil (Santa Clara, Cuba)
Escritor de literatura infantil (Santa Clara, Cuba)
Fuente: Revista Alejandría No. 17 (La Paz)
Chuquilla
(*) asegura que las leyendas sobre cómo aparecieron los incas sobre la Tierra
son muchísimas y nadie está seguro de cuál es el verdadero origen de este
imperio, ante ello, Illapa, dios del rayo, afirma que “por eso los dioses
cuidamos todas las leyendas sobre el origen de los incas ya que nadie sabe cuál
es la verdadera” (1).
Isabel Mesa de Inchauste, se toma muy en serio está misión de los dioses de su tierra, y de nuevo, en su último libro: La turquesa y el Sol. Una historia de incas y chiriguanos, penetra en el mundo cultural de nuestros ancestros aborígenes, específicamente el de los incas, para mostrar y hacer que no olvidemos la riqueza mitológica de este pueblo andino.
En La pluma de Miguel. Una aventura en Los Andes, Premio Andino ENKA de 1998, su primer libro, la autora mostró cuales serían los principios de su literatura, y durante unos breves, pero muy fructíferos, cinco años de trabajo ha mantenido una manera muy peculiar y entretenida de combinar toda la información que se propone transmitir con la secuencia de una serie de acontecimientos propios de las más genuinas aventuras, en las que los condimentos que le son propios: acción, humor, suspenso, etc., están presentes.
En La pluma… y en La portada mágica, Isabel Mesa, aprovecha sus conocimientos como restauradora de pintura, y trabaja con los elementos de las artes plásticas coloniales; en el primer caso, las incógnitas alrededor de un tipo de figuras que aparecen en las iglesias andinas de la época de la conquista, le sirven a la autora para recrear los acontecimientos féericos en la eterna lucha entre el bien y el mal, representados aquí por ángeles y demonios. En el segundo caso, aborda el producto en las artes de los siglos XVII y XVIII, que muestran el estilo mestizo producto de un proceso transculturador entre europeos e indígenas, y utilizando como motivo inicial los elementos que adornan la portada de la iglesia de San Lorenzo, en la ciudad de Potosí, la autora teje una interesante historia, conformada por episodios independientes en cuanto a secuencia temporal, en la que los protagonistas recorren una América colonial poblada de mitos y leyendas para buscar las mejores muestras que adornen la portada de una iglesia.
En El espejo de los sueños, su segundo libro, Isabel Mesa entra en otro mundo anterior al de la conquista y pone sobre el tapete literario una serie de mitos de los pueblos indígenas de nuestro continente, pero sin alejarse de los parámetros estilísticos habituales de este tipo de literatura. Es en La turquesa y el sol… libro que suscita este comentario, donde la autora levanta vuelo creativo y nos entrega una novela de aventuras en la que personajes, escenario y motivaciones pertenecen al mundo incaico, sin que la abundante información que recibimos de este, lleguen a lastrar el desarrollo dramático de la historia. Aplica así el principio de que la búsqueda de lo identificativo –en este caso parte de la mitología aborigen- no puede entenderse únicamente como ejercicio de rescate, sino como actividad creadora.
Los escritores latinoamericanos tienen la posibilidad de explotar nuestro variado acervo cultural en materia de leyendas, tradiciones, historia y folclore, para proyectarse hacia la producción de una literatura infantil genuina y auténtica más acorde a nuestros niños que las mitologías helénica y romana y los cuentos clásicos europeos. Recordemos a Martí cuando en Nuestra América (2) decía: “El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive”. Y es, a mi modo de ver, el impulso que mueve a la autora boliviana, de que jóvenes lectores latinoamericanos participen en una entretenida historia –cumpliendo la función estética y lúdrica de la literatura-, a la par que penetren y conozcan parte de las raíces más autóctonas de nuestro mestizaje cultural.
Los adelantos tecnológicos en la comunicación conllevan a una tendencia cada vez mayor en la unificación de los gustos y los comportamientos humanos, y por ende, en el contexto cultural en que se desenvuelve la sociedad moderna, va en detrimento de las identidades culturales particulares. Contrario a este proceso de globalización cultural debe haber una respuesta de reconocimiento y renovación de los elementos distintivos de su identidad por parte de individuos y grupos de las sociedades particulares, y la obra de Isabel Mesa tiende a ello.
La turquesa y el sol. Una historia de incas y chiriguanos no hace concesiones facilistas: su estructura formal demanda de lectores entrenados y despiertos, pues los argumentos que se entretejen, no son exactamente lineales; existen tres voces narrativas con estilos de lenguajes diferentes, acorde a su procedencia epocal y los escenarios temporo- espaciales cambian y se entremezclan.
Varias son las historias que se siguen en el transcurso del libro: la de Paullu, sus pruebas de iniciación y su desarrollo como hombre; la de Cusi, la chiriguana, y su prisión en la casa de las vírgenes; y la asamblea de los dioses ante la cercanía del cumplimiento de profecías y augurios que anunciaban el fin del imperio inca y la llegada de hombres y nuevos dioses desconocidos; así como otras varias historias secundarias y menores. Pero son las tres primeras, con capacidad de formar por sí solas un libro independiente, las que constituyen el eje central inicial en la trama del libro.
Estas tres historias se unen en un momento dado de los acontecimientos que relatan, y comienza lo que bien pudiera ser un cuarto cuento que además de ser colofón y desenlace de la trama, penetra y descubre la génesis de los acontecimientos. Es a mi modo de ver donde la novela adquiere mayor dinamismo e interés; la autora recurre al mecanismo que ya usó en La portada mágica, y es que los protagonistas se ven obligados a buscar diferentes elementos, en este caso, aquellos que muestren la valía del Imperio Inca: una bola de juego, un espejo brillante, una vara de oro, un hueso de tamaño descomunal y un finísimo velo. Aquí se relacionan dioses y hombres, y cambian con facilidad los espacios míticos de la cultura inca y ficcionales de la novela.
La relación entre Paullu y Cusi nos hace pensar en el conflicto del amor imposible por las condiciones sociales diferentes de los jóvenes que aparece en más de una historia por varias partes del mundo. Quizás fueron las palabras de la Chasca o estrella matutina, las que nos preparó para pensar en el amor cuando dice: “A mí me parece que esos dos se van a enganchar. ¡Me parece tan romántico!”; aunque explícitamente el asunto no se desarrolla, después del sacrificio de la muchacha al Sol, Mama Cora afirma: “El muchacho nunca dijo nada, pero esta vieja, teniendo del todo cierto que entre ambos había una muy fuerte amistad, no cree estar equivocado si le dice, señor escribidor, que él sí la quería, y mucho”.
Mientras que la llegada de gente extraña que terminó con el imperio inca
-amenaza que motiva la secuencia de episodios de la novela- , sólo se menciona de pasada en su párrafo final, el sacrifico de Cusi, como metáfora del permanencia del valor de la cultura inca, permitió la liberación del dios Copacabana de dentro de la turquesa, y que el lago Titicaca recobrará el color azul de sus aguas, es el verdadero cierre del libro.
A pesar de sus dudas e incertidumbres con la sociedad que le tocó vivir, hubiera preferido que Paullu terminara luchando “contra” y no del lado de aquella gente extraña que llegó al imperio un poco tiempo después; pero yo no fui, como me hubiera gustado, el escritor de este libro. De haber sido yo, o al menos su editor, hubiera eliminado las dos páginas finales que conforman el epílogo de esta valiosa novela, por considerarlas totalmente innecesarias, pues, a pesar de su referencia al conocido monoteísmo cristiano, y precisamente por ello, introducen elementos anacrónicos y distorsionantes del mundo en que se mueve el texto.
Este libro se inscribe como ejemplo de que la búsqueda de la raíces identificativas de la identidad americana, no puede entenderse únicamente como ejercicio de rescate, sino también, y sobretodo, como ejercicio de creación concebido para el desarrollo del hombre mismo.
Isabel Mesa de Inchauste, se toma muy en serio está misión de los dioses de su tierra, y de nuevo, en su último libro: La turquesa y el Sol. Una historia de incas y chiriguanos, penetra en el mundo cultural de nuestros ancestros aborígenes, específicamente el de los incas, para mostrar y hacer que no olvidemos la riqueza mitológica de este pueblo andino.
En La pluma de Miguel. Una aventura en Los Andes, Premio Andino ENKA de 1998, su primer libro, la autora mostró cuales serían los principios de su literatura, y durante unos breves, pero muy fructíferos, cinco años de trabajo ha mantenido una manera muy peculiar y entretenida de combinar toda la información que se propone transmitir con la secuencia de una serie de acontecimientos propios de las más genuinas aventuras, en las que los condimentos que le son propios: acción, humor, suspenso, etc., están presentes.
En La pluma… y en La portada mágica, Isabel Mesa, aprovecha sus conocimientos como restauradora de pintura, y trabaja con los elementos de las artes plásticas coloniales; en el primer caso, las incógnitas alrededor de un tipo de figuras que aparecen en las iglesias andinas de la época de la conquista, le sirven a la autora para recrear los acontecimientos féericos en la eterna lucha entre el bien y el mal, representados aquí por ángeles y demonios. En el segundo caso, aborda el producto en las artes de los siglos XVII y XVIII, que muestran el estilo mestizo producto de un proceso transculturador entre europeos e indígenas, y utilizando como motivo inicial los elementos que adornan la portada de la iglesia de San Lorenzo, en la ciudad de Potosí, la autora teje una interesante historia, conformada por episodios independientes en cuanto a secuencia temporal, en la que los protagonistas recorren una América colonial poblada de mitos y leyendas para buscar las mejores muestras que adornen la portada de una iglesia.
En El espejo de los sueños, su segundo libro, Isabel Mesa entra en otro mundo anterior al de la conquista y pone sobre el tapete literario una serie de mitos de los pueblos indígenas de nuestro continente, pero sin alejarse de los parámetros estilísticos habituales de este tipo de literatura. Es en La turquesa y el sol… libro que suscita este comentario, donde la autora levanta vuelo creativo y nos entrega una novela de aventuras en la que personajes, escenario y motivaciones pertenecen al mundo incaico, sin que la abundante información que recibimos de este, lleguen a lastrar el desarrollo dramático de la historia. Aplica así el principio de que la búsqueda de lo identificativo –en este caso parte de la mitología aborigen- no puede entenderse únicamente como ejercicio de rescate, sino como actividad creadora.
Los escritores latinoamericanos tienen la posibilidad de explotar nuestro variado acervo cultural en materia de leyendas, tradiciones, historia y folclore, para proyectarse hacia la producción de una literatura infantil genuina y auténtica más acorde a nuestros niños que las mitologías helénica y romana y los cuentos clásicos europeos. Recordemos a Martí cuando en Nuestra América (2) decía: “El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive”. Y es, a mi modo de ver, el impulso que mueve a la autora boliviana, de que jóvenes lectores latinoamericanos participen en una entretenida historia –cumpliendo la función estética y lúdrica de la literatura-, a la par que penetren y conozcan parte de las raíces más autóctonas de nuestro mestizaje cultural.
Los adelantos tecnológicos en la comunicación conllevan a una tendencia cada vez mayor en la unificación de los gustos y los comportamientos humanos, y por ende, en el contexto cultural en que se desenvuelve la sociedad moderna, va en detrimento de las identidades culturales particulares. Contrario a este proceso de globalización cultural debe haber una respuesta de reconocimiento y renovación de los elementos distintivos de su identidad por parte de individuos y grupos de las sociedades particulares, y la obra de Isabel Mesa tiende a ello.
La turquesa y el sol. Una historia de incas y chiriguanos no hace concesiones facilistas: su estructura formal demanda de lectores entrenados y despiertos, pues los argumentos que se entretejen, no son exactamente lineales; existen tres voces narrativas con estilos de lenguajes diferentes, acorde a su procedencia epocal y los escenarios temporo- espaciales cambian y se entremezclan.
Varias son las historias que se siguen en el transcurso del libro: la de Paullu, sus pruebas de iniciación y su desarrollo como hombre; la de Cusi, la chiriguana, y su prisión en la casa de las vírgenes; y la asamblea de los dioses ante la cercanía del cumplimiento de profecías y augurios que anunciaban el fin del imperio inca y la llegada de hombres y nuevos dioses desconocidos; así como otras varias historias secundarias y menores. Pero son las tres primeras, con capacidad de formar por sí solas un libro independiente, las que constituyen el eje central inicial en la trama del libro.
Estas tres historias se unen en un momento dado de los acontecimientos que relatan, y comienza lo que bien pudiera ser un cuarto cuento que además de ser colofón y desenlace de la trama, penetra y descubre la génesis de los acontecimientos. Es a mi modo de ver donde la novela adquiere mayor dinamismo e interés; la autora recurre al mecanismo que ya usó en La portada mágica, y es que los protagonistas se ven obligados a buscar diferentes elementos, en este caso, aquellos que muestren la valía del Imperio Inca: una bola de juego, un espejo brillante, una vara de oro, un hueso de tamaño descomunal y un finísimo velo. Aquí se relacionan dioses y hombres, y cambian con facilidad los espacios míticos de la cultura inca y ficcionales de la novela.
La relación entre Paullu y Cusi nos hace pensar en el conflicto del amor imposible por las condiciones sociales diferentes de los jóvenes que aparece en más de una historia por varias partes del mundo. Quizás fueron las palabras de la Chasca o estrella matutina, las que nos preparó para pensar en el amor cuando dice: “A mí me parece que esos dos se van a enganchar. ¡Me parece tan romántico!”; aunque explícitamente el asunto no se desarrolla, después del sacrificio de la muchacha al Sol, Mama Cora afirma: “El muchacho nunca dijo nada, pero esta vieja, teniendo del todo cierto que entre ambos había una muy fuerte amistad, no cree estar equivocado si le dice, señor escribidor, que él sí la quería, y mucho”.
Mientras que la llegada de gente extraña que terminó con el imperio inca
-amenaza que motiva la secuencia de episodios de la novela- , sólo se menciona de pasada en su párrafo final, el sacrifico de Cusi, como metáfora del permanencia del valor de la cultura inca, permitió la liberación del dios Copacabana de dentro de la turquesa, y que el lago Titicaca recobrará el color azul de sus aguas, es el verdadero cierre del libro.
A pesar de sus dudas e incertidumbres con la sociedad que le tocó vivir, hubiera preferido que Paullu terminara luchando “contra” y no del lado de aquella gente extraña que llegó al imperio un poco tiempo después; pero yo no fui, como me hubiera gustado, el escritor de este libro. De haber sido yo, o al menos su editor, hubiera eliminado las dos páginas finales que conforman el epílogo de esta valiosa novela, por considerarlas totalmente innecesarias, pues, a pesar de su referencia al conocido monoteísmo cristiano, y precisamente por ello, introducen elementos anacrónicos y distorsionantes del mundo en que se mueve el texto.
Este libro se inscribe como ejemplo de que la búsqueda de la raíces identificativas de la identidad americana, no puede entenderse únicamente como ejercicio de rescate, sino también, y sobretodo, como ejercicio de creación concebido para el desarrollo del hombre mismo.
(*) Uno de los tres seres que forma la trinidad andina de las tempestades. La palabra chuquilla significa “resplandor de oro” y simboliza al relámpago.
BIBLIOGRAFIA.
1.- MESA DE INCHAUSTE I. La turquesa y el sol. Una historia de incas y chiriguanos. Paginas 278 y 279. Alfaguara Juvenil. La Paz 2003.
2.- MARTÍ J., Páginas escogidas. Selección y prólogo de Roberto Fernández Retamar. Tomo I. Pagina 161. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991.
1.- MESA DE INCHAUSTE I. La turquesa y el sol. Una historia de incas y chiriguanos. Paginas 278 y 279. Alfaguara Juvenil. La Paz 2003.
2.- MARTÍ J., Páginas escogidas. Selección y prólogo de Roberto Fernández Retamar. Tomo I. Pagina 161. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991.
0 Comentario(s):
Publicar un comentario