Tendían las manos al fuego
los últimos pobladores del mundo, y disponían al coloquio asuntos de
trascendencia. Que el rascacielos se nos está cayendo, decía uno, hay
que salir temprano cuando esté bueno el sol, no vaya a ser que ya no
salgamos luego. Y el crujir del acero-piedra otorgaba cierta validez a
su discurso. Estas paredes las hicieron con ciencia, le dijeron, han de
seguir en pie otro siglo cuando menos, algunas incluso durarán más que
eso y al paso del tiempo se convertirán en montañas alargadas. En el
futuro vendrán a estudiar este planeta seres de otras galaxias y pasarán
las noches inventando historias sobre los pobladores de estas ruinas
extrañas, que somos nosotros, los que aquí nos escondemos.
Era fácil entregarse a la literatura fantástica, ahora que el invierno era perpetuo. Ya sin prisa, sin la obligación de darle vueltas y revueltas al dinero, los pobladores del mundo podían dedicarse a imaginar sus arquitectos y arqueólogos extraterrestres. Y el hambre los mataba poco a poco y les provocaba rabias y visiones extraordinarias.
Fuente: http://www.literaturalibre.com/2013/02/rascacielosEra fácil entregarse a la literatura fantástica, ahora que el invierno era perpetuo. Ya sin prisa, sin la obligación de darle vueltas y revueltas al dinero, los pobladores del mundo podían dedicarse a imaginar sus arquitectos y arqueólogos extraterrestres. Y el hambre los mataba poco a poco y les provocaba rabias y visiones extraordinarias.
Me agradó este cuento, que es breve, conciso y elaborado con bastante creatividad literaria. Es de un escritor mejicano.
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