EL PROYECTOR DE LAS IMÁGENES ERA EL SUBCONSCIENTE




Ronald Alfredo Rodriguez Gonzales
 
El proyector de las imágenes era el subconsciente, porque el generador de los impulsos se encontraría en la bruma de la creatividad humana.
Las gafas tenían todas las formas y modelos posibles, y la moda los atrajo con tanta facilidad que era imposible salir a la calle sin tenerlas puestas, porque todo era proyectado en su intermedio, impulsos, imágenes, reacciones, propaganda, estímulos sexuales.
Ingresaba en el auto, un SUV Toyota Sony, un modelo de cuatro años que incorporaba un generador de impulsos con sistema actualizado, era bonito, cuatro puertas. El conductor podía conducir en una amplia dimensión ampliada de la realidad en el centro de su asiento, por donde podía enfocar con sus gafas, el conductor tenía el mapa GPS prendido y simulando rutas sin tráfico y otras advertencias que anteponían los problemas de atasco. Escuchar su música o noticias suspendidas en el aire y hablar con sus seres queridos en video, todo sin obstruir el parabrisas.
Algunos podían trabajar dentro de sus autos, porque las pulsaciones dependían de las necesidades, el movimiento justificaba la acción, o simplemente para escapar de casa.
El mundo en poco tiempo abandonó las negociaciones sobre agua potable.
Los sistemas cada vez más baratos por la enorme cantidad de competidores, se abalanzaban sobre los consumidores obteniendo más de los excesos que de la utilidad.
Por entonces, los proveedores de materia prima para las industrias se encontraban en dos países que aumentaron considerablemente su desarrollo y riqueza, Bolivia y Sierra Leona, sus capitales pasaron a ser los centros financieros de las corporaciones que construían la tecnología necesaria para el mundo, un conglomerado de usuarios que empezaban a desprenderse de las actividades callejeras mientras se hacían dependientes de los modelos más avanzados.
Samsung General Electric y el Grupo Toyota Lockheed se repartieron las operaciones en litio y hierro, construyeron rascacielos con alberge para cincuenta mil trabajadores y cien mil proveedores de servicios.
Por la tarde, nadie salía a las calles porque la diversión era centrada en los domicilios.
Para el año nuevo el consumo de alcohol había desaparecido por completo.

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