"Atisbos" de ciencia ficción y fantasia en Cesar Verduguez


Cesar Verduguez es un escritor paceño (Bolivia), y ha escrito muchos cuentos, novelas, fábulas y como docente, tiene una amplia obra didáctica. Y por lo que veo, a él también le picó el bicho de la ciencia ficción y fantasía, y colocó un cuento, del género que nos compete en el blog, en su libro "Rehusa si te ofrecen morir en USA". Acá les paso el cuento...



El hijo de Emilsa
Autor: César Verduguez Gómez

Emilsa recuerda que le tenía miedo a la noche tendida en la inmensidad del altiplano que, con el viento y la oscuridad, le oponen ahora una masa que no la deja avanzar, pero ella hace fuerza para caminar e ir a cualquier lugar con tal de salvar a su hijo, prendido de su pollera, andando a pesar de su corta edad como si supiera del peligro que les asechaba.
Emilsa estaba decidida a defender al ser de sus entrañas, sin importarle el futuro, aunque los seres extraños, indefinibles de otros mundos o las estrellas llegaran en sus "cosas" voladoras y matasen a todos y cada uno de los habitantes del pueblo, incluyéndose ella misma y a todas las naciones habidas y por haber, pero no dejaría, mientras ella viviera, que maten a su hijo.
Y con esta decisión fija y firme, caminaba rompiendo sus miedos y la noche espesa habitada de vientos con textura de misterios.
*

Cuando le preguntaron: ¿Dónde te has perdido tanto tiempo? y ¿dónde has viajado que nadie sabía nada de ti?, ella respondía: A Winus, allí me han llevado. ¿Winus? ¿Dónde queda eso? No sé. ¿Cómo que no sabes? Has viajado a Winus, te has perdido tanto tiempo allá y no sabes donde queda eso. ¿Te haces la chistosa o qué? No se, no sé, y no mi pregunten más. ¿Y te has casado o te has hecho nomás de ese hijo, tan, tan, tan no sé como decir... raro? No mi hey casado, es mi hijo nomás. ¿Y su padre, es de ese lugar que dijiste? Sí, de ese lugar, debe ser. ¿Cómo que debe ser? ¿Es o no es? No sé, no sé, no me prigunten más por favor.

En otros encuentros con sus amistades, mientras hacía compras en la feria semanal y el sol se estrellaba en los cientos de toldos coloridos de polietileno y tocuyo, en medio de un millar abigarrado de hombres y mujeres, cubiertos de mantas y sombreros, detrás de montones de productos agrícolas, de carnes, aves, frutas, ganado en pie, utensilios de plástico, cueros y diversidad de chucherías, las preguntas saltaron con distintas entonaciones: ¿Te escapaste seguramente con tu querido, no? Y de seguro has llevado una vida muy fácil y tranquila, pues parece que no han pasado los años en ti, te ves muy joven ¿cómo dices que se llama el lugar donde has estado? ¿Winus? Que nombre tan raro ¿Es aquí en nuestra país o es del exterior? No sé. ¿No sabes? ¿Y cómo entonces has llegado allí sin saber donde ibas? ¿No será que estás ocultando algo y no quieres decirlo? ¿No será un nombre inventado por ti nomás? No sé, no sé y no mi pregunten más.

Desde entonces empezó a rehuir a toda conversación que tratara sobre su desaparición según ella cinco años y según sus conocidos y parientes cerca de veinte años. No volvió a contar su historia desde aquella primera vez que la creyeron loca o drogada.
-- Dime una cosa, en ese lugar que tú llamas Winus, ¿no te daban alguna cosa que te hacía sentir rara? ¿No te emborrachabas?
-- ¿Qué cosas tomaban, pues? Whiskys, vodkas, rones, cervezas, chichas.
-- ¿No te inyectaban alguna cosa diciendo que estabas enferma?
-- Seguro que fumabas y sin que tú sepas te daban algo para que sueñes cosas raras.

Cuando regresó de Winus, simplemente despertó de frío dentro de una casa abandonada, en las afueras del pueblo. Abrió los ojos sobresaltada porque reconoció que no estaba ya en la "cosa" en la que había vivido, pero se tranquilizó al sentir a su hijo al lado suyo, todavía durmiendo. Además estaba ella con la misma pollera verde, manta café de vicuña y su sombrero de borsalino negro marca "Imperial" que vestía cinco años atrás.
Al salir reconoció el azul límpido del cielo y el color terroso del paisaje altiplánico, y caminó en dirección al lugar donde estaba su casa, extrañando a su paso el brillo del sol, que no lo había visto tanto tiempo no obstante de no faltarle su calor, del aumento de casas en los alrededores y las calles cambiadas e irreconocibles y de los grandes letreros de productos desconocidos en las paredes de las tiendas.
Llegó a su casa, todavía arrastrando el frío mañanero y golpeó la puerta. Con un chirrido distinto se abrió el viejo y carcomido portón, apareciendo su hermana, a la que la vio muy avejentada.
--¡Emilsa! ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Qué te ha pasado? ¡Tanto tiempo! ¿Por qué no nos avisaste a donde te fuiste? Ese chiquito, es tu hijo? ¡Qué lindo! ¿Cómo se llama? Pero pasa, entra, no te quedes ahí parada.
Unas mil preguntas le llovieron (hablaban distinto, como la gente de la ciudad) y más todavía cuando el resto de su gente, los hijos de su hermana, ya jóvenes unos, otros casados con mujeres y guaguas aparecieron con el alboroto de su llegada.
-- Te hemos buscado por todas partes, hemos ido a las comisarías, a los hospitales pensando que te había ocurrido algo, hemos viajado a muchos pueblos cercanos y alejados, y nada, tu te desapareciste totalmente hasta que después de un año de buscarte hemos desistido.
--¿Y tu hijo, cómo se llama, dijiste?
Dijo Koansder, pero se arrepintió y rectificó: Juan, para no complicarse con las explicaciones y con la pronunciación que siempre le fue costosa decirlo con exactitud. Sin embargo le decían que su padre era extranjero, porque tiene algo de rarito ¿no?
Emilsa no escuchó el comentario porque algo le llamaba la atención: hacía 5 años que Luis, el hijo mayor de su hermana tenía siete años solamente, y ahora tendría que tener 12, pero parece de 25 o más y está con mujer y dos hijos; y Simón, "el ultimito que era una guagua de pechos, esta ahura como un hombre bien mayor cuando debería estar nada más que con un año mayor que mi Juaniquito".
Después, en torno a un lecho, se reunió todo el grupo familiar. Emilsa se sentó en un costado de la cama y contó lo que le había sucedido una noche sin luna, cuando regresaba de su trabajo, cama afuera, desde La Paz.
Después de bajar del colectivo, casi al llegar a la puerta de calle de la casa, algo imprecisable, que era su propia voluntad pero sin saber el por qué, le instó a seguir caminando, siguiendo recto hasta llegar a las afueras del pueblo e inclusive más allá, uno o dos kilómetros en pleno y desolado altiplano, sin sentir ningún temor a pesar de que siempre, desde niña, tuvo miedo de andar sola en la inmensidad majestuosa de esa geografía. Caminaba como si ella lo quisiese así pero sin poder explicarse así misma por qué lo hacia.
De pronto sintió como si algo, una fuerza inexplicable, la estuviese elevando a las alturas. Parecía que un ascensor invisible la subiera, así como en La Paz , al último piso de un edificio de 20 a 30 pisos.
El ascenso se detuvo cuando al parecer ya estaba dentro de un espacio cerrado, lo notó porque ya no veía el titilar de las estrellas.
Y todo ese espacio, con ella dentro, se movió como un tren que empieza a caminar, pero sin ruido. No sentía susto, miedo ni ningún otro sentimiento, y tranquilamente se sentó en el "piso" o lo que fuere, cruzando las piernas, se destocó el sombrero y sin soltarlo subió la manta hasta cubrirse la cabeza y durmió.
Cuando despertó estaba en una habitación cerrada, llena de luz que no venía de ningún foco ni tubo, y con cosas que parecían muebles pero que cambiaban de formas, aunque no de color, a cada instante.
Al sentarse sobre una de esas cosas, imaginando que era un asiento, y aunque no tenía espaldar ni patas, sintió una comodidad y al mismo tiempo un descanso completo que hasta podía dormir sobre él con igual o mejor sensación placentera que en el mejor sofá o cama de sus patrones de Sopocachi.
Sentía la presencia de personas o seres que la miraban y la tocaban, pero no había nadie en la habitación ni ventanas ni huecos.
Sin embargo, algo le hablaba dentro de ella misma, en su cabeza, que le daba indicaciones para poder satisfacer sus necesidades, el aseo de su cuerpo y sus distracciones. Con relación a la comida, con solo sentir hambre y pensar en comer, aparecía sobre un "mueble" unos cubos, tetraedros, prismas que los comía y le parecía estar saboreando asados, ensaladas, papas fritas, chuño puti, inclusive chairos, fricasés, warjatas y jolques. Escogía los paralelepípedos para sentir el sabor de los riñones que tanto le gustan, y con los cilindros y pirámides podía soborear papayas, limonadas y hasta bicervecinas.
Nunca vio a nadie pero tampoco sentía la necesidad de compañía, tenía la sensación de que alguien la acompañaba, tanto de "día" como durante sus sueños.
Algún tiempo después sintió que estaba embarazada. No sabía cómo pero lo cierto es que sentía un ser latiendo dentro su vientre. De haber estado en su pueblo, hubiera sido motivo de preocupación. Asumió su nuevo estado con naturalidad y la gestación transcurrió con normalidad.
En el parto sintió los dolores que todas las mujeres dicen sentir, pero no con la intensidad y sufrimiento que mencionan, quizás porque ella ya estaba preparada mentalmente para esta situación. Todo el proceso prenatal y natal se desarrolló facilitado y sin mayores problemas a causa de las instrucciones que salían de su propia cabeza, con las "cosas" que funcionaban con solo la intención del pensamiento y sin que tuvieran que manipular manubrios, apretar teclas y botones o jalar cadenas y cordones. Al llegar la hora del alumbramiento, en la fase de la dilatación, "ella misma" se aconsejaba relajarse y luego emplear la respiración lenta del tórax, en principio, después una respiración de jadeo acelerado, finalmente, pujar fuerte y largamente hasta expulsar el feto.
Con solo tener la intención el cordón umbilical se cortó y levantando a su hijo consiguió hacer que respire quitándole las secreciones de la boca y la nariz. Minutos después terminaba con la expulsión de la placenta.
Al momento de hacerle el aseo, revisó al recién nacido con el temor leve (que pese a su tranquilidad parecía venir de un lugar recóndito, queriendo emerger de alguna profundidad de su ser) que no se pareciera a ella en su conformación morfológica pero, por suerte, su hijo era un ser humano como cualquier otro. Lo amamantó más de un año, según sus cálculos, luego devino la alimentación apropiada para su edad también en cuerpos geométricos diminutos. ¿Cómo hacia sus necesidades? Lo echaba y, a su año, lo sentaba en una de esas cosas como muebles, de color morado, y desaparecía como magia sus deyecciones y micciones.
Cuando, por el tamaño y además por su experiencia de haber ayudado a criar a los hijos de su hermana, su Juan tendría cuatro años, sin que nada le anunciase ni le previniese despertó, después de haberse dormido dentro la "cosa" o "casa en los cielos", en aquel recinto abandonado en el altiplano.
En el último año de su estadía dentro la "cosa", que “ellos” llamaban “winus” sentía nítidamente que le hablaban a su hijo. Lo llamaban Koansder y le decían que su planeta era Winus y otras cosas incomprensibles para ella como galaxias, mundos paralelos en otras dimensiones, proyección de transculturización planetaria. Cuando le hablaban en su idioma tan raro no entendía ni una palabra, pero cuando le hablaban en aymara o en castellano captaba por lo menos algunas términos."Todo lo escuchaba dentro mi cabeza y sólo había sonido de voces cuando yo le hablaba a mi hijo, o cuando él me respondía o lloriqueaba por algún capricho".
--Y aquí estamos, después de cinco años más o menos.
-- ¿Estas loca? Son como veinte años por lo menos que te has perdido.
En las miradas de toda la familia, en los cuchicheos y sonrisas ocultas, notaba que la consideraban loca. Creyó escuchar algo como si hubiera estado recluida quizás en un manicomio todo ese tiempo y que una vez restablecida su razón la dejaron libre. Su hijo debe ser de otro loco, por eso se le nota algo raro, muy vivaz y despierto, y porque hacía mil cosas que no hacían los chicos de su edad.
Después, nunca más repitió su historia para evitar que los mirasen, a ella y su hijo, como bichos raros y le digan loca o drogada.
Con el tiempo, todo regresó a la normalidad y Emilsa volvió a trabajar en uno y otro empleo buscando donde le pagaran bien y la trataran mejor. Juan ingresó a una escuela donde mostró tener una inteligencia de coeficiente superior.
-- Este tu hijo es muy avanzado, Emilsa, le dijo el profesor, aprende muy rápidamente y hasta parece que ya supiera lo que le enseño. En tu casa ¿hay alguien que lo prepara, que le instruye algo?
-- No, nadies.
-- ¿Y no sabes hasta ahora quien es su padre?
-- No, siempre.
-- Sería bueno que se sepa para que te ayude y lo lleven a una escuela de la ciudad, una escuela especial y apropiada para sus posibilidades intelectuales. Aquí se va a perder su cerebro y el se ha de aburrir; pues ya empieza a dar problemas de disciplina a pesar de tener menor edad que los demás.
-- No siempre, no sé quien será su padre.
-- Es un chico muy raro y lo interesante es que habla de Tiahuanacu como si lo conociera. ¿Alguna vez han viajado allí?
-- No, nunca. No conocemos.
-- Qué extraño. Da esa impresión porque ¿cómo entonces habla como si hubiera subido las gradas de Kalasasaya y cómo puede describir tan bien los grabados de la Puerta del Sol? Emilsa, tu hijo te va a causar problemas en la escuela y peor en el colegio.
En efecto, Emilsa continuamente era llamada una y otra vez para hacerle conocer problemas de conducta y para responder de ciertos dibujos raros que hacia su hijo en las paredes.
*

La noche de un domingo estaba muy avanzada y todos dormían en la casa, cuando se escuchó en la puerta unos toques no muy fuertes. Emilsa se levantó y fue a ver quien llamaba.
-- Doña Emilsa, vengo a hablarte con urgencia sobre tu hijo, dijo la visitante nocturna, otra empleada doméstica que trabajaba también cama afuera en la ciudad y cuya familia vivía en el pueblo.
Emilsa se persignó, sospechando que ya venían los problemas, entró para sacar una manta y abrigarse con ella y salió para escuchar a la mujer, sentándose ambas en una piedra al lado de la puerta de calle. La luna alumbraba plenamente el paisaje casi desierto de la arteria pueblerina y las dos mujeres acurrucadas.
-- Me he enterado que tienes un hijo de los winusianos. Yo también tengo uno que es mayor al tuyo con cinco años. Todo lo que te ha pasado a ti me ha pasado igualito a mi, pero hay algo importante que quiero decirte.
Tu sabes que "ellos" se comunican, desde donde sea, mediante la mente.
Una noche de domingo, de la salida de mi trabajo, en mi casa me despertó un dolor de barriga y salí para tomar un mate de coca, y vi que mi hijo estaba en la cocina, levantado, cerca de la ventana y repetía algunas palabras que reconocí eran de la forma que le hablaban los extraterrestres cuando estábamos allá arriba. No entendí mucho, pero otro día, cuando él estaba en su colegio, yo llegué a la casa y entre a ver sus cosas, vi un cuaderno lleno de anotaciones pero que no eran de sus estudios. Para saber lo llevé a donde mi caballero para que me lo lea mejor porque yo no podía entender su letra. El caballero, que sabe varios idiomas, me dijo que decía que él, mi hijo, recibe instrucciones para ser líder, para dirigir y organizar la venida de ellos. Le decían que llegarán nuevamente pero esta vez para habitar definitiva y completamente la tierra. Que ya están todos los que cumplirán la misión de ocupar puestos claves de los gobiernos en la zonas altas del mundo para preparar y dirigir la gran llegada. Ya están estudiando y preparándose. Muchos ya tienen títulos de ingenieros, doctores, licenciados, masters y han de llegar a puestos de gobierno como la presidencia y otros cargos importantes. Son gente nacida entre los descendientes de la antigua civilización que habitó Tiahuanacu. Ya está creciendo también el que será máximo líder, que con el pretexto de liberar a las masas postergadas de los campos y de los desposeídos de las ciudades llegará a tener mucho poder.
El nombre es Koansder, llamado en la Tierra como Juan, habitante del pueblo de Viacha.
Por la edad, por el nombre y además porque me he enterado que tú también te desapareciste veinte años, como también me dicen que me desaparecí yo, es que sé que se trata de tu hijo.
Pero lo terrible es que el caballero de la casa donde trabajo, que en principio no creía, se ha ido carrerita a denunciar el asunto a donde las autoridades, y él mismo le contado a su mujer que lo han agarrado a mi hijo y le han hecho confesar, no sé como pero dice que ha dicho que los de ese otro mundo han raptado mas o menos como a cien mujeres y las han embarazado para tener hijos de ellos en aquí para que preparen su regreso y dominarnos como ya lo hicieron miles de años atrás, puesto que su planeta es muy pequeño, que ya no tienen espacio para sus gentes y que por lo menos medio planeta tiene que venirse, y que en la Tierra hay bastante campo.
Entonces dice que esa autoridad dice que ha dicho: son dos cosas, o los extraterrestres están criando humanoides para invadirnos, esclavizarnos y quizás exterminar al género humano comenzando por las regiones de la Cordillera de los Andes o los indios están preparando un levantamiento de grandes proporciones como las rebeliones de los Tupac Amaru y los Katari, y para eso están preparando a su gente para tomar situaciones claves de dirigencia, y por eso también ya se ven indios estudiando en las universidades incluso europeas, y parece que ya están ocupando puestos políticos importantes en los gobiernos de países andinos, ¿para qué? para reimponer el sistema de gobierno que tenían los precolombinos. Y esto, somos nosotros los que tenemos que evitarlo y como primera medida habrá que buscarlos a todos los niños y jóvenes que sean hijos de extraterrestres y hacerlos desaparecer o enviarlos a la CIA para que los investiguen más a fondo y les descubran qué sangre tienen. Será fácil ubicarlos, pues al parecer son hijos de cocineras, sirvientas, lavanderas y campesinas que sobresalen en sus escuelas y colegios.
Y parece que ya están haciendo lo que dijeron, porque mi hijo ya no ha regresado y mis patrones se hacen los sonsos diciendo que no saben nada, que seguro se ha escapado con una imilla, que ya regresará. Y así me tienen. De seguro que en cualquier momento harán lo mismo con tu hijo. Te aviso para que lo hagas escapar y lo ocultes.
*

Emilsa, parada en la frontera de su pueblo, miró hacia el cielo estrellado, en realidad no esperaba ayuda de nada, tan solo miraba para darse cuenta que le había perdido el miedo a la noche y a la inmensidad del altiplano.
Una hora antes, después que se despidió la mujer informante, tomó una decisión. No había que perder un minuto más que las autoridades podían aparecer incluso en esa misma madrugada. Alistó frazadas, algunas ropas y algo de comer e hizo con todo un bulto en un aguayo. Tomó el poco dinero que había ahorrado y envolviéndolo en un pañuelo lo guardó en su seno; despertó a su hijo señalándole con el dedo que no hable ni haga ruido. Nos vamos de viaje, le dijo bajito. Y sin que nadie de la casa lo supiera salieron a la calle desierta.
Tomó de la mano a Juancito, diciéndose para sí: Que el mundo se acabe, que el mundo sea invadido por montones de extraterrestres, que lo destruyan, que lo esclavicen, qué me importa, pero a mi hijo nadie me lo toca. El es mi hijo y de nadie más. Y punto.
Y los dos se internaron en el silencio congelado dentro la noche extendida en la inmensa altiplanicie.

Referencias:Verduguez, C. (2004). Rehúsa si te ofrecen morir en USA. Cochabamba: Edición particular.

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