Por Miguel Lundin Peredo
Diana estaba preocupada porque esa tarde tenía que ir al cementerio a encontrarse con su novio virtual. Se habían conocido hacía meses en el MSN Messenger. El nickname del novio que nunca había conocido era “Muerto2001″. En la soledad cochabambina de una noche lluviosa, la chica caminó pensando en la locura de amar por Internet. Había leído hace dos semanas atrás que una mujer había sido estrangulada en Sucre por un hombre que ella conoció en un chat. No le gustaban las citas a ciegas. Por si las dudas se marchó con una pistola que había pertenecido a su abuelo, un soldado judío-norteamericano que había luchado en la segunda guerra mundial en Francia, mientras las gotas de lluvia se deslizaban por el paraguas, se imaginó la cara de su enamorado virtual, la vio cubierta de un color dorado y imagino su piel protegida por la piel caliente de un lobo muerto que había sido asesinado en los videojuegos multiplayer que existían en la web, se metió una goma de mascar marca Quique en la boca, miro su reloj, faltan pocos minutos para su llegada al cementerio, se preguntó desde el momento en el que él le había pedido una cita, porque su contacto virtual había elegido el cementerio como lugar romántico, sabía de hombres y mujeres sumergidos en la música gótica y el mundo sobrenatural pero no espero jamás ser participante de una aventura nocturna en un cementerio de Cochabamba. Ingresó al cementerio, habían dos perros que colgaban de un árbol, los habían ahorcado, intentó controlar los nervios y se dirigió a la cripta, ingreso en el interior de la tumba y vio cadáveres de adolescentes vestidas de cheerleaders, un hombre con la cara pintada como un Kabuki la esperaba sonriente. Diana quedó paralizada del miedo, mientras el ser sobrenatural que tenía una webcam en la frente se acercaba a ella con la precisión del ataque de una anaconda hambrienta, la chica intento gritar, pero su boca fue magicamente suturada con alambres que aparecieron inexplicablemente en el aire, el hombre que tenía la pantalla de una
computadora en el pecho, la miraba con malicia. Le dijo que era un hacker muerto que se había condenado después de haber vendido su alma al demonio Zarasbolgia. Ella lloraba, el hacker la vistió de Cheerleader y la hizo bailar levitando como un fantasma por la cripta, la música era requiem for a dream de Mozart. Diana instintivamente pensó que debía pensar en algún ser que pueda ayudarla, intento pensar con más lucidez, el hacker muerto llamado “BioComputadora Cuculis” la miraba bailar mientras bebía la sangre de una cheerleader en una copa de vino. Diana se sintió cansada y vio como las gotas de sangre salían de su cuerpo convertidas en burbujas rojas que flotaban en el aire. Sintió debilidad y el hacker absorbía esas burbujas en su pecho-ordenador, se estaba alimentando con la sangre de Diana, la muchacha pensó que el destino era cruel con las chicas cochabambinas que buscaban el amor mediante el chat antes de quedar convertida en una momia a la que le habían robado el alma para toda la eternidad.
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