LOS DIOSES ASTRONAUTAS EN LA CIENCIA FICCIÓN

Acá les presento un artículo de Mario Moreno Cortina que recibió el Premio Ignotus 2009. A pesar de que el premio al artículo puede significar nada, poco o mucho, conforme los puntos de vista que tenga el lector respecto a la ciencia ficción y a la narrativa fantástica, considero que su lectura enriquecerá la capacidad de comprensión de los lectores y escritores del género que nos une en este blog.



LOS DIOSES ASTRONAUTAS EN LA CIENCIA FICCIÓN

Fuente: http://www.bemonline.com/portal/index.php/artlos-fondo-36/251-los-dioses-astronautas-en-la-cf


por Mario Moreno Cortina


Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: estos fueron los héroes de la antigüedad: hombres famosos.
Gen: 6, 4



Más oscuro de lo que pensáis



A modo de introducción



La Ciencia Ficción es un género complejo y curioso como pocos por varias razones y la que más me llama la atención es la imposibilidad de delimitarlo. No importa lo extensa y exhaustiva que sea la definición que se proponga ―y ha habido muchas y de grandes autoridades en la materia―, siempre hay subgéneros enteros que quedan fuera. Desde luego, esto no es siempre accidental. Juan Ignacio Ferreras, en su famoso ensayo La novela de Ciencia Ficción, dice que el Space Opera no es Ciencia Ficción, sino la enésima reencarnación de la vieja novela de aventuras al estilo Alexandre Dumas, que se resiste a morir[1]. Otros, en sus propias definiciones, dejarán fuera las ucronías. O a Philip K. Dick. Por supuesto, todos lo harán sin ser del todo conscientes de que se están definiendo más a sí mismos que al género. En cualquier caso, en la inmensa mayoría de las definiciones de las que hablábamos antes, que pueden encontrar en Internet a poco que busquen, se hace hincapié en el papel de la Ciencia, el Método Científico o la Razón para construir los mundos fantásticos del género.

En mi opinión, lo que ocurre con la Ciencia Ficción es una interesante metáfora del pensamiento occidental contemporáneo. El ser humano moderno se cree hijo de una época racionalista que ha dejado atrás la magia y la superstición. Y en general es así… hasta que alguien apaga la luz. O hasta que el miedo nos bloquea. El pensamiento irracional está ahí, forma parte de nuestra forma de conocer el mundo que nos rodea. Sólo que no nos gusta convivir con él, porque estamos acostumbrados a obedecerlo y dejar que gobierne nuestras vidas, no a canalizarlo. Tres millones de años viviendo en las cavernas contra seis mil de civilización y apenas doscientos de Revolución Industrial.

Y de la misma manera, el escritor de Ciencia Ficción ―y sin duda, también el aficionado―, le gusta pensarse a sí mismo como un tipo culto con una variada colección de conocimientos sobre las más variadas ramas de las Ciencias Físicas y Humanas. Cuando crea sus historias, emplea todo ese bagaje ilustrado para extrapolar datos y crear sociedades y tecnologías con al menos una apariencia de verosimilitud y racionalidad. Pero ¿son únicamente éstas herramientas las que usa? ¿No hay otras tradiciones, otros conocimientos, otras sabidurías implicadas en el asunto?

Alexandrian identifica el momento en que nace esa otra tradición: con la aparición y éxito social del Cristianismo[2]. Los galileos ―como los llamaba el bueno de Juliano― no se conformaron con ser la principal religión: querían ser la única. El cristianismo persiguió no sólo la magia y las prácticas supersticiosas populares, sino también todas las otras religiones bajo su área de influencia, hasta su total y absoluta eliminación.

¿Total? Quizá he exagerado. Toda acción tiene una reacción. La presión de los galileos por eliminar el paganismo originó una corriente crítica ―escribo esta palabra con precaución― y ecléctica que aglutinó diversas religiones y tradiciones culturales paganas de Europa y Asia. Alexandrian llama a esa tradición “Filosofía Oculta”, un término tan bueno como otro cualquiera. Se trata de una vastísima corriente contracultural ―también escribo con precaución esta otra palabra― subterránea, cuyas primeras expresiones fueron el Neoplatonismo y el Gnosticismo, que llega hasta nuestros días y que goza de tan buena salud como entonces. Podemos utilizar el término de Alexandrian o podemos hablar de Esoterismo. O de Ciencias Ocultas. No importa, me basta con que se queden con la idea.

El Esoterismo es el convidado de piedra en la fiesta de la Ciencia Ficción. El tipo al que nadie dice haber invitado y que sin embargo está ahí. Ese que jamás aparecerá después en las fotos y del que sólo se hablará después con un gesto de desagrado. Y sin embargo, todas las chicas de la fiesta bailaron con él en un momento u otro. Todos los chicos rieron con sus chistes e incluso se dejaron invitar a una pinta por él.

Ahí va: el género de Ciencia Ficción es hijo tanto de la Ciencia oficial como del Esoterismo. Con tanta frecuencia como dejan sentir su influencia en el género los nuevos descubrimientos y logros tecnológicos, lo hacen las ideas de los investigadores paranormales. No olviden que uno de los principales responsables de que el género alcanzara su madurez, John W. Campbell (1910-1971), al tiempo que exigía una base científica para los relatos que publicaba en Astounding Science Fiction, utilizó la revista para expandir las teorías nacientes de la Dianética de L. Ron Hubbard (1911-1986), una extraña mezcla de ciencia ficción, esoterismo y religión. No dejes que tu mano derecha sepa que la izquierda lee a von Däniken, dijo Isaac Asimov.

Bueno, en realidad no lo dijo, pero podría haberlo dicho.


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