Ciencia Ficción Boliviana (I)

Hoy comenzaremos con un artículo en varias partes sobre la ciencia ficción boliviana. Este artículo, reescrito y ampliado de uno más antiguo, realizará un repaso de la ciencia ficción escrita en el país. Esperamos que con esta página pronto podamos ampliar este artículo que está en constante re-escritura y corrección.

Los antepasados

El título parecería contradecirse a sí mismo. ¿Cómo puede haber ciencia ficción en un país en el que apenas tenemos ciencia?. Pero en Bolivia todo predispone para aceptar este género literario como algo propio: la mezcla de culturas precolombinas con ordenadores de última tecnología, monolitos ancestrales y Boings 747 que llevan a bolivianos a países que si parecen futuristas, cafés Internet al lado de puestos callejeros de papa que repiten otros ancestrales, centros de alta tecnología ubicados en medio del altiplano. Las contradicciones que se pueden encontrar dentro de las fronteras del país nos permiten creer que cualquier cosa es posible y la ciencia ficción no es más que explorar esas posibilidades.

Pero a pesar de que tenemos un caldo de cultivo apropiado para una ciencia ficción muy boliviana, muy nuestra, los libros que se han escrito sobre el tema son muy pocos, casi desconocidos y varios de ellos escritos por extranjeros. En los últimos años podemos ver cómo esto va cambiando, y aunque la literatura boliviana sigue siendo en esencia realista, podemos encontrar nuevos nombres que revitalizan el género.

Dos de los libros del género más antiguos de los que encuentro referencias son “Víctima de los siglos” (1955) de Armando Montenegro y "El Encuentro" (1967). El primero utiliza la excusa de una bomba atómica (cuando este tema era de actualidad por la guerra fría), donde el autor congela al protagonista gracias a un extraño gas producido por la explosión y lo hace despertar 5000 años en el futuro. Allí se encontrará con una ciudad futurista cuyos habitantes tienen grandes desarrollos tecnológicos y mentales, como la telepatía, además de otras sorpresas. Armando Montenegro fue periodista, músico, narrador y tradicionalista, nació en Cochabamba el 19 de diciembre de 1901 y falleció en esa misma ciudad en 1981. Hizo labor de periodista al fundar el periódico "El Valle" (1945); también fue redactor del periódico Los Tiempos. Eximio guitarrista, desempeñó funciones públicas que culminaron con su nombramiento como Alcalde de la ciudad de Cochabamba.

El segundo autor, Álvaro Pinedo (¿1930?) fue oficial de la policía y narrador del que se sabe muy poco. Ingresó al servicio activo en 1952 como Intendente de la Policía de Rurrenabaque. Al abandonar su trabajo de policía se dedicó al transporte pluvial en los ríos del oriente boliviano, ámbito geográfico del que saca la mayoría de sus temas. Actualmente se halla en España (Madrid), donde es corresponsal del diario “Los Tiempos” de Cochabamba. En 1965 ganó el Primer Premio del Concurso de Cuento auspiciado por el vespertino “Última Hora”, en La Paz, con “Danza en la Hoguera”. Empezó publicando "El encuentro" (1967), una colección de relatos de ciencia y ficción, al que continuaría "Historias extrañas" (1984) y "Narcotráfico. Caso 451" (1991) "Más allá de los sueños" (2005). Ambas novelas las primeras en el género y hoy ya de autores olvidados, se escribieron en un momento que la ciencia ficción en Estados Unidos vivía su edad de oro gracias a revistas como "Amazing Stories" y en la propia Latinoamérica con la editorial Minotauro hacía llegar a Bolivia un gran número de excelente traducciones de novelas del género. En cambio en nuestro país estas novelas no pasaron de experimentos publicados bajo la categoría de “historias fantásticas”, otro género si lo queremos separar de la ciencia ficción, a pesar de haber estado mejor recibido sigue teniendo muy poca difusión.

Otro ejemplo de un autor extranjero que publica en Bolivia novelas de género (o cercanas a este) es Harry Marcus con textos como “El abismo de Estrellas y otros cuentos” (1977), “Proyecciones” (1981) o el “El último poema”. Este autor nacido en Alemania, vino a Bolivia a sus seis años y se quedó hasta los treinta, escritor, poeta, amigo cercano de Cortazar y fabricante de veletas, utilizaba al futuro o el espacio como mera metáfora poética de la humanidad.

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